La legendaria bajada de pantalones del gran Paul Verhoeven.
Tras los semi-fracasos de las incomprendidas "Starship Troopers (Las brigadas del espacio)" y "Showgirls", al holandés no le quedan más cojones que transigir con los caprichos -morales- de Hollywood si quiere seguir currando. Por ello, aborda la realización de "El hombre sin sombra" como un resignado artesano cumplidor, evitando sus habituales salidas de tono. Claro que, Verhoeven es mucho Verhoeven, e incluso así, con todas las limitaciones e imposiciones, logra echar palante un producto que, sí, claro, carece de su toque (bueno, algo hay, aunque poquita cosa), pero sigue siendo perfectamente deglutible y entretenido, por mucho que él la califique como lo peor de su filmografía.
Estamos ante una puesta al día -del año 2000- de uno de los "monstruos clásicos", el hombre invisible... aunque, estructuralmente, esto remita más a "La Mosca" de David Cronenberg. El super genio Sebastian Caine ha inventando la fórmula de la invisibilidad procediendo en plan "resolución para lerdos", es decir: sentado frente al ordenador, no consigue resultados. Pone cara de palo y se cabrea. Entonces, tiene un momento de inspiración. Le da a tres teclas. En la pantalla vemos varios colorinches. Y,¡¡voilà!!, la mueca de cabreo pasa a la de alegría. ¡Lo ha resuelto!. Así, ambicioso como es, decide aplicársela. Pero a la hora de recuperar la forma visible, todo falla. Poco a poco, ello le va minando la mente, una que ya de por sí tendía a la megalomanía. De esta guisa, se vuelve más malo que la tiña para mayor desesperación de sus compañeros de laboratorio.
Cine "mainstream" en su mejor y máximo exponente al que contribuye, sin duda, el reparto, con el siempre eficaz Kevin Bacon como villano, Elisabeth Shue combatiéndole, Josh Brolin en medio del caos, el veterano William Devane (Verhoeven es muy fan de Alfred Hitchcock, así pues, contar con aquel que actuara en la última película del oronda cineasta, "La Trama", debió ser para él toda una flipada) y Rhona Mitra enseñando las tetas de silicona. Porque sí, tenemos algo de sexo y violencia.... aunque reducir el "estilo Verhoeven" a eso sería injusto, superficial y facilón, pues su talento va más allá. No obstante, en este blog somos bastante injustos, superficiales y facilones, así que celebramos con algarabía la agradecida dosis de ambas cosas, más para los estándares de Hollywood, siempre mojigatos (entonces un poco menos).
Aunque, no nos engañemos, la verdadera estrella de "El hombre sin sombra" son unos tremendos efectos especiales mediante un CGI algo verde que ha soportado muy bien el paso de los años. Por primera vez veíamos la invisibilidad en su vertiente más realista y cruda, con esos cuerpos reducidos progresivamente a músculos, venas y/o esqueletos. Un diez.
"El hombre sin sombra" fue otro semi-fracaso a nivel taquillero, aunque se resarció en los vídeo-clubs. Tanto como para generar una secuela seis años después exclusivamente destinada a ese mismo mercado y con protagonismo de un cada vez más acabado Christian Slater. Viendo el agrio panorama, Paul Verhoeven abandona Hollywood y se las pira a su tierra natal aludiendo falta de libertad y demás monsergas... el cuento de siempre. No obstante, bienvenido fue el cambio, porque desde entonces ha ido rodando cosas tan decentes y visibles como "El libro negro", "Elle" o "Benedetta". Y ahí sigue, con más proyectos en marcha.
sábado, 24 de mayo de 2025
martes, 20 de mayo de 2025
ZÉ DO CAIXAO
Tenía yo ganas de hincarle el diente a la serie biopic sobre José Mojica Marins, esta “Zé do Caixao” —para qué complicar más el título—, que adapta para la pequeña pantalla (y la grande, puesto que se estrenó en cine en el "Festival Internacional de Cine de Sao Paulo") las correrías, aventuras y desventuras del cineasta, según lo narrado en el libro “Maldito: A vida e o cinema de José Mojica Marins”, biografía escrita por Ivan Finotti y André Barcinski. De hecho, la producción quiso hacer un retrato fehaciente de lo sucedido en los años de actividad de Marins, por lo que se cuenta con la pluma del propio Barcinski para elaborar el guion. De esta manera, cada capítulo se centra en una película relevante del cineasta, y a partir de ahí desarrolla pasajes de su vida focalizando el grueso de la acción en los rodajes, que van desde la primera que hizo Marins, “A sina do aventureiro”, un western a la brasileira realizado con cuatro duros, hasta su etapa en el porno con “24 horas do sexo explícito”, contando la historia del perrito “erótico” con pelos y señales. Y, por supuesto, se presta gran atención a todo lo referente a la creación de su personaje, Zé do Caixao, al que el cineasta se agarraría como a un clavo ardiendo desde la primera película hasta el fin de sus días (motivo por el cual las uñas de su mano izquierda alcanzarían longitudes ridículas).
Lo gracioso de la serie es que, lejos de suavizar acontecimientos, los muestra con todo lujo de detalles, por lo que vemos a un Mojica Marins mujeriego y déspota, con un ego descomunal, que trata mal a todo el mundo y al que se le supone, en su cine, más suerte que talento. Se sugiere que sus dos obras maestras, “A meia noite levarei sua alma” y “Esta noite encarnarei no teu cadáver” salieron así de bien de coña, y que el resto de su carrera, llevada a cabo entre chanchullos y precariedad, era más bien tirando a mala (o malísima). Queda tiempo para hablar de sus relaciones sentimentales, su estúpida carrera como político haciendo mítines vestido de Zé do Caixao o su obsesión por el personaje, llegando a fusionarse con el mismo de tal manera que el propio Marins era incapaz de disociar a uno del otro.
Del mismo modo, la serie tiene espacio para Mario Lima, socio, productor y amigo de Marins, al que podemos adjudicar la autoría del 50% de las obras de aquel, y que se lanzaba de cabeza a la hora de llevar a cabo las chaladuras del megalomaníaco Zé do Caixao.
Y pasa de todo; desde ver el pasaje en que una actriz acaba herida tras un disparo accidental en “A sina do aventureiro”, hasta el contacto de Marins con una viuda negra para limpiar su imagen pública de asesina acudiendo a defenderla a los platós televisivos y aceptando su dinero para hacer un biopic positivo sobre la misma, dando como resultado la sensacionalista y perversa “Perversao!” aka “Estupro”, donde se muestra a los millonarios como seres despreciables y sin escrúpulos capaces de arrancar pezones con los dientes para su propia excitación (hasta la viuda negra quedó escandalizada con esta producción).
La serie la componen seis capítulos de 45 minutos cada uno en los que, por norma general, todo está bien, es muy interesante y divertido, aunque a veces, sobre todo en las partes que tienen que ver más con la vida privada de José Mojica Marins que con sus avatares en los rodajes, el ritmo se resiente y hay secuencias que se tornan aburridas. Pero a rasgos generales, y a pesar de la palpable falta de presupuesto, se trata de un biopic más que digno y, en definitiva, tirando a bueno, sobre un cineasta y un personaje que, desde que lo conozco, me fascina. Y me la vi del tirón en un viaje en avión.
La dirección corre a cargo de Vitor Mafra, director de corta andadura. El reparto lo encabeza el actor, director y guionista Matheus Nachtergaele, dando vida a José Mojica. Nachtergaele es poco menos que una eminencia en el país carioca del que procede toda esta locura, pero, de su extensa filmografía, yo tan solo puedo reconocer su intervención en “Ciudad de Dios” o “Cuatro días de septiembre”. Felipe Solari, en la piel de Mario Lima, tiene pocos trabajos acreditados, mientras que el resto del personal lo componen rostros televisivos de cierta popularidad en Brasil.
Para fans y completistas de José Mojica Marins, “Zé do Caixao”.
Lo gracioso de la serie es que, lejos de suavizar acontecimientos, los muestra con todo lujo de detalles, por lo que vemos a un Mojica Marins mujeriego y déspota, con un ego descomunal, que trata mal a todo el mundo y al que se le supone, en su cine, más suerte que talento. Se sugiere que sus dos obras maestras, “A meia noite levarei sua alma” y “Esta noite encarnarei no teu cadáver” salieron así de bien de coña, y que el resto de su carrera, llevada a cabo entre chanchullos y precariedad, era más bien tirando a mala (o malísima). Queda tiempo para hablar de sus relaciones sentimentales, su estúpida carrera como político haciendo mítines vestido de Zé do Caixao o su obsesión por el personaje, llegando a fusionarse con el mismo de tal manera que el propio Marins era incapaz de disociar a uno del otro.
Del mismo modo, la serie tiene espacio para Mario Lima, socio, productor y amigo de Marins, al que podemos adjudicar la autoría del 50% de las obras de aquel, y que se lanzaba de cabeza a la hora de llevar a cabo las chaladuras del megalomaníaco Zé do Caixao.
Y pasa de todo; desde ver el pasaje en que una actriz acaba herida tras un disparo accidental en “A sina do aventureiro”, hasta el contacto de Marins con una viuda negra para limpiar su imagen pública de asesina acudiendo a defenderla a los platós televisivos y aceptando su dinero para hacer un biopic positivo sobre la misma, dando como resultado la sensacionalista y perversa “Perversao!” aka “Estupro”, donde se muestra a los millonarios como seres despreciables y sin escrúpulos capaces de arrancar pezones con los dientes para su propia excitación (hasta la viuda negra quedó escandalizada con esta producción).
La serie la componen seis capítulos de 45 minutos cada uno en los que, por norma general, todo está bien, es muy interesante y divertido, aunque a veces, sobre todo en las partes que tienen que ver más con la vida privada de José Mojica Marins que con sus avatares en los rodajes, el ritmo se resiente y hay secuencias que se tornan aburridas. Pero a rasgos generales, y a pesar de la palpable falta de presupuesto, se trata de un biopic más que digno y, en definitiva, tirando a bueno, sobre un cineasta y un personaje que, desde que lo conozco, me fascina. Y me la vi del tirón en un viaje en avión.
La dirección corre a cargo de Vitor Mafra, director de corta andadura. El reparto lo encabeza el actor, director y guionista Matheus Nachtergaele, dando vida a José Mojica. Nachtergaele es poco menos que una eminencia en el país carioca del que procede toda esta locura, pero, de su extensa filmografía, yo tan solo puedo reconocer su intervención en “Ciudad de Dios” o “Cuatro días de septiembre”. Felipe Solari, en la piel de Mario Lima, tiene pocos trabajos acreditados, mientras que el resto del personal lo componen rostros televisivos de cierta popularidad en Brasil.
Para fans y completistas de José Mojica Marins, “Zé do Caixao”.
sábado, 17 de mayo de 2025
NUEVA YORK, AÑO 2012
Año 2012. Una plaga ha arrasado con la civilización. Pequeños grupúsculos humanos sobreviven atrincherados entre rascacielos formando comunas medio hippies. Los hay que se lo montan bien, plantando tomates y respetando al prójimo. Y los hay que van de cabrones, matando y robando por doquier. Justamente, uno de estos, comandados por William Smith, se ha encabezonado en afanarle los alimentos a la pandi "chachi" del barrio, gobernada por Max Von Sydow. En eso que de por medio aparece un tipo que se "alquila" como guerrero y protector, el "skinhead" -que decían "Toy Dolls"- Yul Brynner. Así, se rejuntará con los "chachis", que ya están en las últimas, y Sydow le pedirá que salve a su hija preñada, y unas semillas para futuros huertos, llevándolas a una isla paradisíaca donde vivir felices y repoblar el planeta.
Estamos en 1975, hace dos años Robert Clouse lo petó con "Operación Dragón", y tiene un nuevo proyecto para que el prota de aquella, Bruce Lee, se luzca nuevamente, "The Ultimate Warrior". Pero el astro de las yoyas muere antes de poder tirarlo adelante y queda aparcado en los archivos de la "Warner" hasta que deciden rodarlo, cambiando a Lee por Brynner y al en principio previsto George Lazenby por Von Sydow, cosa que tendría que haber beneficiado al pifostio cuanto menos a nivel interpretativo. Sin embargo, no contar con el valor seguro del "pequeño dragón" motivó que "Warner" evitara jugársela, invirtiendo menos capital. Así, el resultado se resiente en cuanto a espectacularidad (no la hay por ningún lado), ritmo (bramar farragoso es quedarse corto) y unos combates desangelados y muy poco emocionantes... salvo el del final, donde se enfrentan héroe y villano. Ese está bien. Pero, claro, pa cuando llega es tanto el sopor acumulado que la movida concluye con una inevitable nota baja, bajísima.
Igual que ocurre con todas las décadas y su respectivo cine, existen una serie de "tics" estéticos y narrativos que, si se hacen bien, molan que te cagas. Pero si se hacen mal, resultan bastante irritantes y agotadores. Por desgracia, "Nueva York, año 2012" es setentera hasta las trancas... en el sentido malo, o peor.
Estamos en 1975, hace dos años Robert Clouse lo petó con "Operación Dragón", y tiene un nuevo proyecto para que el prota de aquella, Bruce Lee, se luzca nuevamente, "The Ultimate Warrior". Pero el astro de las yoyas muere antes de poder tirarlo adelante y queda aparcado en los archivos de la "Warner" hasta que deciden rodarlo, cambiando a Lee por Brynner y al en principio previsto George Lazenby por Von Sydow, cosa que tendría que haber beneficiado al pifostio cuanto menos a nivel interpretativo. Sin embargo, no contar con el valor seguro del "pequeño dragón" motivó que "Warner" evitara jugársela, invirtiendo menos capital. Así, el resultado se resiente en cuanto a espectacularidad (no la hay por ningún lado), ritmo (bramar farragoso es quedarse corto) y unos combates desangelados y muy poco emocionantes... salvo el del final, donde se enfrentan héroe y villano. Ese está bien. Pero, claro, pa cuando llega es tanto el sopor acumulado que la movida concluye con una inevitable nota baja, bajísima.
Igual que ocurre con todas las décadas y su respectivo cine, existen una serie de "tics" estéticos y narrativos que, si se hacen bien, molan que te cagas. Pero si se hacen mal, resultan bastante irritantes y agotadores. Por desgracia, "Nueva York, año 2012" es setentera hasta las trancas... en el sentido malo, o peor.
miércoles, 14 de mayo de 2025
MINUTOS MUSICALES 33: THE PORK DUKES
Nos suelen taladrar mucho con el punk británico del 77, que si "Sex Pistols", que si "The Clash", que si "The Jam"... y está bien, son bandas buenas, pero no todo acaba ahí, hay más. Algunos se han atrevido a hablar del punk de "segunda regional" como "The Lurkers", "Slaughter & the dogs", "Chelsea" o "Sham 69". Sin embargo, también existe una "tercera regional" y, en muchos aspectos, es ahí donde se esconde el mejor punk, básicamente porque son grupos oscuros que grababan sus discos en condiciones paupérrimas y por ello conservaban viva la suciedad y cutrez que -a mi modesto entender- toda banda punk debería poseer. ¿Nombres?, pues "The Drones", "Eater", "The Pop Rivets" o el que nos ocupa, "The Pork Dukes".
Nacidos como una coña (había quien creía que tras el nombre se ocultaban músicos famosos y respetables con ganas de divertirse), la especialidad de los "Pork Dukes" consistía en letras totalmente escatológicas, sexualmente explícitas y garrulas, así como una estética muy peculiar perfectamente reflejada en los diseños de sus portadas, con dibujos crudos de un cerdo haciendo cerdadas. Hasta cierto punto, podría decirse, fueron un precedente de "Macc Lads" o incluso "The Yobs". El sonido de los "Pork Dukes" es el clásico "pop razonablemente acelerado y sucio" que sonaba en plena fiebre 77. Tras armar un poco de escándalo, y alterar el flujo vaginal de feministas (sobre todo gracias a canciones como "Marxist Leninist Feminist"), el grupo puso freno a sus actividades en 1979.
Pasados veinte años, el estupendo sello "Damaged Goods" lanza un recopilatorio la mar de completo y bonito de ver, "All the filth!". Su buena recepción podría tener algo que ver con que, no mucho después, los "Dukes" deciden volver a la acción, echando mano de un sonido más limpio, trabajado e inevitablemente carente del gracejo y la garra (guarra) de sus trabajos previos. Desde entonces se han ido dejando ver, o incluso editado algo nuevo, pero sin mayor trascendencia.
Ante tan deprimente panorama, siempre nos quedan las canciones perfectamente gozosas que parieron en su etapa de mayor inspiración, con títulos tan llamativos como -tiro de traducción literal vía internete- "Masturbador telefónico", "Melody Maker, no sois más que una panda de babosos", "Chicos sucios - vosotros sucios coños", "Me gustan tus grandes tetas - A ver si se ajusta" o, mi favorita -de hilarante, salvaje, graciosísima y absurda letra-, "Mi madre me regaló una pistola en Navidad"...
Nacidos como una coña (había quien creía que tras el nombre se ocultaban músicos famosos y respetables con ganas de divertirse), la especialidad de los "Pork Dukes" consistía en letras totalmente escatológicas, sexualmente explícitas y garrulas, así como una estética muy peculiar perfectamente reflejada en los diseños de sus portadas, con dibujos crudos de un cerdo haciendo cerdadas. Hasta cierto punto, podría decirse, fueron un precedente de "Macc Lads" o incluso "The Yobs". El sonido de los "Pork Dukes" es el clásico "pop razonablemente acelerado y sucio" que sonaba en plena fiebre 77. Tras armar un poco de escándalo, y alterar el flujo vaginal de feministas (sobre todo gracias a canciones como "Marxist Leninist Feminist"), el grupo puso freno a sus actividades en 1979.
Pasados veinte años, el estupendo sello "Damaged Goods" lanza un recopilatorio la mar de completo y bonito de ver, "All the filth!". Su buena recepción podría tener algo que ver con que, no mucho después, los "Dukes" deciden volver a la acción, echando mano de un sonido más limpio, trabajado e inevitablemente carente del gracejo y la garra (guarra) de sus trabajos previos. Desde entonces se han ido dejando ver, o incluso editado algo nuevo, pero sin mayor trascendencia.
Ante tan deprimente panorama, siempre nos quedan las canciones perfectamente gozosas que parieron en su etapa de mayor inspiración, con títulos tan llamativos como -tiro de traducción literal vía internete- "Masturbador telefónico", "Melody Maker, no sois más que una panda de babosos", "Chicos sucios - vosotros sucios coños", "Me gustan tus grandes tetas - A ver si se ajusta" o, mi favorita -de hilarante, salvaje, graciosísima y absurda letra-, "Mi madre me regaló una pistola en Navidad"...
sábado, 10 de mayo de 2025
LA BESTIA DEL REINO
Según datos fiables, cuando los dos Terrys pertenecientes al clan "Monty Python" -es decir, Gilliam y Jones- compartieron la dirección del largometraje de debut del grupo cómico, uséase "Los caballeros de la mesa cuadrada", chocaron sobre todo en un aspecto: el detallismo. Por lo visto, al yanki del grupo (Gilliam), le pirraba eso de currarse hasta la extenuación el aspecto plástico de cada puñetero plano, fijándose en lo más nimio a la búsqueda de una ambientación medieval tan perfecta como realista. Y, claro, ello atrasaba el rodaje para mayor desesperación de su compañero, Jones, más práctico y acostumbrado al modo televisivo -y rápido- de ejecutar las cosas. Tal vez, a causa de la posible insatisfacción resultante, Gilliam se lio con otra fábula medieval en cuanto tuvo ocasión (solo dos años después), "La bestia del reino" y, esta vez, comandada exclusivamente por él, a su gusto, pudiendo dedicar el tiempo necesario (a pesar de contar con escaso montante y, por ello, limitando muchas veces las tomas a una única oportunidad) a las mariconadas estéticas. Y, tal vez again, por ello la ambientación de los años oscuros resultante es aún más sucia, cutre, degradada y, claro, detallista, de lo que fue en "Los caballeros de la mesa cuadrada". Justo, toda aquella "lugubredad", los pasillos de los castillos envueltos en perpetua sombra, los parajes siempre neblinosos, los dientes negros de prácticamente el reparto completo, las pústulas en la piel, etc, etc... fueron lo que me traumó cuando la tele de Cataluña la programó siendo yo un impresionable jovenzuelo. Eso y, por supuesto, el tremendo despliegue de gran guiñol y chorreante gore. Todos conocemos lo mucho que a los "Python" les molaba, eventualmente, tirar de esas maneras en sus películas. Se supone que era John Cleese su más dedicado practicante. Pero, visto lo visto, Terry Gilliam también tenía mucha culpa. En "La bestia del reino" dichos excesos sanguinolentos alcanzan cotas brutales, de difícil digestión para un crío. Lo que, como decía, sumado a toda la cochambre y mierda abundante, pues imaginen el resultado. Tal vez por ello el film, según leí ayer mismo, gasta cierta mala fama. Especialmente considerando la dirección que tomaría la carrera de su responsable, mucho más reputada y culturamente aceptable -para el resto, no es mi caso-. Pero "La bestia del reino" (simpático título patrio del muy musical y original "Jabberwocky") era SU película de debut y el muchacho, joven y cargado de energía, se dejó llevar por el lado salvaje.
Remarco lo de SU porque, inevitablemente, y como solía ocurrir en la época, durante muchos años se consideró "La bestia del reino" como un film de los seis "Monty Python" al completo (ver imagen acompañatoria como ejemplo). Algo trasladable también a la siguiente obra de Gilliam, "Los héroes del tiempo", y que a él le cabreaba como una mona en celo. Tanto como para incluso batallarlo legalmente, hasta lograr que un juez dictaminara como "castigable" dicha equivocada (o mal intencionada) asociación. Las pelis de Terry Gilliam son única y exclusivamente de Terry Gilliam, aunque para parirlas contara con ayuda eventual de otros "Python" e, inevitablemente, estas guarden paralelismos con la obra del sexteto. En el caso de "La bestia del reino" la cosa es evidente. Su semejanza y conexiones con "Los caballeros de la mesa cuadrada" resultan inevitables y directas, tanto como recibir un sopapo. Diría incluso que hay guiños buscados aposta. La presencia del invencible y misterioso "Caballero Negro" está entre los más obvios. También el nombre del personaje protagonista, Dennis, encarnado -en ambas películas- por el entrañable integrante del clan Michael Palin. Igualmente encontramos al "otro Terry", Jones, en un papelillo memorable (supongo que sería todo un gusto para él poder vérselas en semejante tesitura sin tener que discutir con su colega). Y, dato curioso, el mismo John Cleese rechazó la oferta para participar. Gilliam, además de dirigir, co-guionizar y unas cuantas cosas más, se marca un cameo en el que es llamativamente devorado por la bestia del título, lo mismo que el otro Terry. En ambos casos los cadáveres quedan reducidos a un esqueleto sangrante con puntuales pedazos de chicha en sus masticados huesos... y, ¡¡cuidao!!, la cabeza perfectamente impoluta. Desconozco si fue un efecto buscado aposta por sus responsables, pero en la época, durante el visionado vía televisión, fue un familiar el que detectó que dicho modo de proceder por parte del monstruo era igual al de "comer sardinas", te zampas todo menos el perolo. Muy gracioso.
Pues sí, la cosa va de criatura hedionda aterrorizando un reino. En eso que un jovenzuelo de noble corazón, pero algo lerdo, llega en busca de fortuna. A pesar de su primigenia mala suerte, terminará por accidente enfrentado a la bestia, venciendo y llevándose los respectivos laureles... aunque, en este universo, y en la mente del mal lechado Gilliam, ello no se traduce, para nada, en un final feliz. Toda "La bestia del reino" gasta un cabronismo notorio. Es más, diría que la misantropía chorrea por sus fotogramas. Apenas abundan los personajes positivos. Aquí todo dios es despiadado, interesado, traicionero, imbécil y cruel, muy cruel.
En fin, disfrutaría como un enano detallando las muchas amputaciones, mutilaciones y barbaridades que presenciamos asombrados a lo largo del film (algunas dignas de "Mal Gusto", y no voy desencaminado, el propio Peter Jackson ha declarado en sendas ocasiones que su sentido del gran guiñol es pura consecuencia de un amor procesado a "Monty Python" y, entendemos, los curreles individuales de sus integrantes) o deteniéndome en el aspecto del monstruo. Alucinante. Algo así como una gallina diabólica. Cojonudamente diseñada y ejecutada. Pero todo eso se lo dejo a ustedes, si es que no han tenido todavía la sabia idea de consumir esta película. Una que sin ser redonda, ni especialmente graciosa -de hecho, a ratos le pesa el culo-, merece la pena por sus muchos aciertos y sorprendentes salidas. En cualquier caso, y por no perder las viejas costumbres -ni formas-, comentaré brevemente algunos de los rostros que asoman por sus fotogramas, todos ellos inconfundiblemente británicos (a pesar de contar con un director de origen yanki) y asociados a títulos muy propios de la naturaleza de este ciber-antro: John Le Mesurier (de "El hermano más listo de Sherlock Holmes"), Bernard Bresslaw (el cíclope de "Krull"), Neil Innes (algo así como el séptimo "Monty Python", uno especialmente interesado en el apartado musical), Bryan Pringle (el siniestro criado de "Terrorífica luna de miel", otra curiosa conexión con Gene Wilder), la tetuda y carnosa Alexandra Dane (mostrar escotazo fue una constante a lo largo de su carrera, sobre todo en comedias picantonas), Brian Glover (el malcarado cliente de "La oveja degollada" en "Un hombre lobo americano en Londres") y nada menos que David Prowse, es decir, el "Darth Vader" original. Ese mismo año 1977, mientras alcanzaba velada notoriedad encarnando a tan icónico villano, intervenía en el film de Terry Gilliam nuevamente oculto tras un casco y su armadura bañadas en negro tizón.
Remarco lo de SU porque, inevitablemente, y como solía ocurrir en la época, durante muchos años se consideró "La bestia del reino" como un film de los seis "Monty Python" al completo (ver imagen acompañatoria como ejemplo). Algo trasladable también a la siguiente obra de Gilliam, "Los héroes del tiempo", y que a él le cabreaba como una mona en celo. Tanto como para incluso batallarlo legalmente, hasta lograr que un juez dictaminara como "castigable" dicha equivocada (o mal intencionada) asociación. Las pelis de Terry Gilliam son única y exclusivamente de Terry Gilliam, aunque para parirlas contara con ayuda eventual de otros "Python" e, inevitablemente, estas guarden paralelismos con la obra del sexteto. En el caso de "La bestia del reino" la cosa es evidente. Su semejanza y conexiones con "Los caballeros de la mesa cuadrada" resultan inevitables y directas, tanto como recibir un sopapo. Diría incluso que hay guiños buscados aposta. La presencia del invencible y misterioso "Caballero Negro" está entre los más obvios. También el nombre del personaje protagonista, Dennis, encarnado -en ambas películas- por el entrañable integrante del clan Michael Palin. Igualmente encontramos al "otro Terry", Jones, en un papelillo memorable (supongo que sería todo un gusto para él poder vérselas en semejante tesitura sin tener que discutir con su colega). Y, dato curioso, el mismo John Cleese rechazó la oferta para participar. Gilliam, además de dirigir, co-guionizar y unas cuantas cosas más, se marca un cameo en el que es llamativamente devorado por la bestia del título, lo mismo que el otro Terry. En ambos casos los cadáveres quedan reducidos a un esqueleto sangrante con puntuales pedazos de chicha en sus masticados huesos... y, ¡¡cuidao!!, la cabeza perfectamente impoluta. Desconozco si fue un efecto buscado aposta por sus responsables, pero en la época, durante el visionado vía televisión, fue un familiar el que detectó que dicho modo de proceder por parte del monstruo era igual al de "comer sardinas", te zampas todo menos el perolo. Muy gracioso.
Pues sí, la cosa va de criatura hedionda aterrorizando un reino. En eso que un jovenzuelo de noble corazón, pero algo lerdo, llega en busca de fortuna. A pesar de su primigenia mala suerte, terminará por accidente enfrentado a la bestia, venciendo y llevándose los respectivos laureles... aunque, en este universo, y en la mente del mal lechado Gilliam, ello no se traduce, para nada, en un final feliz. Toda "La bestia del reino" gasta un cabronismo notorio. Es más, diría que la misantropía chorrea por sus fotogramas. Apenas abundan los personajes positivos. Aquí todo dios es despiadado, interesado, traicionero, imbécil y cruel, muy cruel.
En fin, disfrutaría como un enano detallando las muchas amputaciones, mutilaciones y barbaridades que presenciamos asombrados a lo largo del film (algunas dignas de "Mal Gusto", y no voy desencaminado, el propio Peter Jackson ha declarado en sendas ocasiones que su sentido del gran guiñol es pura consecuencia de un amor procesado a "Monty Python" y, entendemos, los curreles individuales de sus integrantes) o deteniéndome en el aspecto del monstruo. Alucinante. Algo así como una gallina diabólica. Cojonudamente diseñada y ejecutada. Pero todo eso se lo dejo a ustedes, si es que no han tenido todavía la sabia idea de consumir esta película. Una que sin ser redonda, ni especialmente graciosa -de hecho, a ratos le pesa el culo-, merece la pena por sus muchos aciertos y sorprendentes salidas. En cualquier caso, y por no perder las viejas costumbres -ni formas-, comentaré brevemente algunos de los rostros que asoman por sus fotogramas, todos ellos inconfundiblemente británicos (a pesar de contar con un director de origen yanki) y asociados a títulos muy propios de la naturaleza de este ciber-antro: John Le Mesurier (de "El hermano más listo de Sherlock Holmes"), Bernard Bresslaw (el cíclope de "Krull"), Neil Innes (algo así como el séptimo "Monty Python", uno especialmente interesado en el apartado musical), Bryan Pringle (el siniestro criado de "Terrorífica luna de miel", otra curiosa conexión con Gene Wilder), la tetuda y carnosa Alexandra Dane (mostrar escotazo fue una constante a lo largo de su carrera, sobre todo en comedias picantonas), Brian Glover (el malcarado cliente de "La oveja degollada" en "Un hombre lobo americano en Londres") y nada menos que David Prowse, es decir, el "Darth Vader" original. Ese mismo año 1977, mientras alcanzaba velada notoriedad encarnando a tan icónico villano, intervenía en el film de Terry Gilliam nuevamente oculto tras un casco y su armadura bañadas en negro tizón.
miércoles, 7 de mayo de 2025
MINUTOS MUSICALES 32 : EL MEJOR DE "D.O.A."
¿Recuerdan lo que comentaba en la entrada anterior de nuestra serie dedicada a los placeres auditivos? eso de que, en ocasiones, el disco de debut de una banda, siendo indudablemente el mejor por su momento de mayor inspiración y consecuente pureza, por contra no ha de ejercer del favorito de uno. Pues en el caso de "D.O.A." pasa tres cuartos de lo mismo. Es decir, a mi. Al nene raro y sus raras peculiaridades (también tienen el caso de "Angry Samoans" y "STP not LSD", el "Unconciousness" de "Slapshot", el "Wolverine Blues" de "Entombed" y el "Swansong" de "Carcass"... vamos, que la modalidad ya me tira... pero no por esnobismo, ¡lo juro!).
Si son seguidores de esta serie de entradas, "D.O.A." queda lejos de necesitar presentación. Uno de los pilares indiscutibles del punk / hardcore no solo Canadiense -país de origen-, sino mundial. Practicantes de unos sonidos que, aunque sin llegar a las desconcertantes maneras rarunas de sus colegas, y compatriotas, "Nomeansno", tampoco les tira apoltronarse excesivamente en aquellas más comodonas y archiconocidas, yendo más allá de los cuatro acordes machacones. Activos desde por ahí finales de los setenta, con su cantante, guitarra y frontman Joey "Shithead" (sí, "Cabeza de mierda"), como miembro constante y continuo, los "D.O.A.", igual que a cualquier combo al que le pesa la chepa por los muchos años acumulados, han tenido sus altos y bajos, llegando en ocasiones a "limpiar" el sonido y aproximándose, peligrosamente, a tendencias más aceptables... y metaleras, produciendo vinilos tirando a muermo. En los noventa vino Jello Biafra y, desde su sello "Alternative Tentacles", contribuyó a una razonable recuperación, especialmente con "Loggerheads". Fue entonces cuando se pasaron por Barcelona y decidí ir a verlos, compartiendo escenario con "Youth Brigade". Presumiría de ello, pero la verdad es que, como ya dije con "Toy Dolls", no me mola nada asistir a esa clase de eventos, repletos de peña sudorosa, chillona y dispuesta a incordiarte en su ridículo afán por demostrar que son más punkis que el vecino. Así que no, no recuerdo aquello con especial excitación.
Sin embargo, aunque las primeras grabaciones de "D.O.A." me molan muchísimo, con todos esos clásicos del calibre de "The Enemy", "Slumblord", la versión de los "Dils" "Class War", "Liar For Hire", "I'm Right, You're Wrong", etc, etc... (recomiendo los recopilatorios "Bloodied But Unbowed" y muy especialmente "War On 45"), siempre he sentido especial cariño por un lp que no suele llevarse buenas críticas y, generalmente, se considera demostración palpable de su etapa más gris, "True (North) Strong & Free" (del año 1987). Incluso hubo quien, tras consumirlo, aseguraba el desgaste del combo y les recomendaba un pronto retiro. No lo comparto.
Y digo ello porque, para mi, es un disco cargado de grandes canciones, enérgicas, saludablemente macarras, con su puntito metal pero sin molestar y un "solo" guitarrero que es la repolla y media. Todo esto hablando, como siempre, desde la ignorancia musical supina. Ya saben, únicamente soy un consumidor -"punk de sillón" si lo prefieren-, y a través de tal filtro valoro la música. No tengo más idea. Entra o no entra. Y "True (North) Strong & Free" entra, con vaselina. Tiene un par de piezas aceleradas sin desperdicio, "To Hell An' Back" y la revisión -y mejora- de su propia "Nazi Training Camp", pero en general abundan más los ¿¿medios tiempos rockeantes?? en fin, que me pone mucho el resto.... pero mi tema favorito, sin duda, es "Lumberjack City". Especialmente, como decía, ese "momento guitarra" a tope que pueden escuchar en el minuto 1.23 y para mi supone un chutazo cada vez que lo inyecto al cerebelo vía auricular. A lo mejor incluso comparten dichos pareceres conmigo. Escuchen y luego me dicen...
Si son seguidores de esta serie de entradas, "D.O.A." queda lejos de necesitar presentación. Uno de los pilares indiscutibles del punk / hardcore no solo Canadiense -país de origen-, sino mundial. Practicantes de unos sonidos que, aunque sin llegar a las desconcertantes maneras rarunas de sus colegas, y compatriotas, "Nomeansno", tampoco les tira apoltronarse excesivamente en aquellas más comodonas y archiconocidas, yendo más allá de los cuatro acordes machacones. Activos desde por ahí finales de los setenta, con su cantante, guitarra y frontman Joey "Shithead" (sí, "Cabeza de mierda"), como miembro constante y continuo, los "D.O.A.", igual que a cualquier combo al que le pesa la chepa por los muchos años acumulados, han tenido sus altos y bajos, llegando en ocasiones a "limpiar" el sonido y aproximándose, peligrosamente, a tendencias más aceptables... y metaleras, produciendo vinilos tirando a muermo. En los noventa vino Jello Biafra y, desde su sello "Alternative Tentacles", contribuyó a una razonable recuperación, especialmente con "Loggerheads". Fue entonces cuando se pasaron por Barcelona y decidí ir a verlos, compartiendo escenario con "Youth Brigade". Presumiría de ello, pero la verdad es que, como ya dije con "Toy Dolls", no me mola nada asistir a esa clase de eventos, repletos de peña sudorosa, chillona y dispuesta a incordiarte en su ridículo afán por demostrar que son más punkis que el vecino. Así que no, no recuerdo aquello con especial excitación.
Sin embargo, aunque las primeras grabaciones de "D.O.A." me molan muchísimo, con todos esos clásicos del calibre de "The Enemy", "Slumblord", la versión de los "Dils" "Class War", "Liar For Hire", "I'm Right, You're Wrong", etc, etc... (recomiendo los recopilatorios "Bloodied But Unbowed" y muy especialmente "War On 45"), siempre he sentido especial cariño por un lp que no suele llevarse buenas críticas y, generalmente, se considera demostración palpable de su etapa más gris, "True (North) Strong & Free" (del año 1987). Incluso hubo quien, tras consumirlo, aseguraba el desgaste del combo y les recomendaba un pronto retiro. No lo comparto.
Y digo ello porque, para mi, es un disco cargado de grandes canciones, enérgicas, saludablemente macarras, con su puntito metal pero sin molestar y un "solo" guitarrero que es la repolla y media. Todo esto hablando, como siempre, desde la ignorancia musical supina. Ya saben, únicamente soy un consumidor -"punk de sillón" si lo prefieren-, y a través de tal filtro valoro la música. No tengo más idea. Entra o no entra. Y "True (North) Strong & Free" entra, con vaselina. Tiene un par de piezas aceleradas sin desperdicio, "To Hell An' Back" y la revisión -y mejora- de su propia "Nazi Training Camp", pero en general abundan más los ¿¿medios tiempos rockeantes?? en fin, que me pone mucho el resto.... pero mi tema favorito, sin duda, es "Lumberjack City". Especialmente, como decía, ese "momento guitarra" a tope que pueden escuchar en el minuto 1.23 y para mi supone un chutazo cada vez que lo inyecto al cerebelo vía auricular. A lo mejor incluso comparten dichos pareceres conmigo. Escuchen y luego me dicen...
sábado, 3 de mayo de 2025
DARK ANGEL : ÁNGEL DE LA MUERTE
Aunque los muchachos de "Imdb" aseguren que "Dark Angel : ángel de la muerte" se estrenó escasos meses después de "Vengador", en mi cerebelo las fechas son justo diametralmente opuestas. Como fan de "El Castigador" que era, me pirraba por deglutir la respectiva película con su Dolph Lundgren teñido de negro azabache. Pero pasaban las jornadas y no llegaba. Así, el día que "Dark Angel" se adelantó, aterrizando en nuestros cines, corrí a verla simplemente para quitarme un poco el mono. Presenciar las heroicidades de un Lundgren conservando parte del teñido. Como asistir a una aventura paralela del mismo "Frank Castle" mientras esperaba la llegada de la genuina. Llámenlo metadona cinematográfica. ¿¿Mamarrachadas inducidas por el fanatismo juvenil?? ¿¿delirios de un anormal?? ¿¿es posible que las fechas de los estrenos sean correctas y me haya montado mi propia película "mitificante"?? es posible. En tal caso, la movida quedaría del siguiente modo: Tras gozar del Lundgren moreno con "Vengador", quería más de lo mismo y "Dark Angel: ángel de la muerte" parecía una opción válida. Ahora elijan su preferida.
Sea como fuere, en esta el amigo Dolph interpreta al típico poli semi-rebelde asociado por la fuerza con alguien opuesto para, primero, detener a unos yuppies narcotraficantes y, aluego, un extraterrestre también narcotraficante. Que profesiones y condiciones más atípicas y curiosas las de estos señores de la dronga. Supongo que limitar "Dark Angel" a convertirse en un "Depredador" urbano (es decir, un "Depredador 2") habría sido demasiado obvio, de ahí la incursión de subtramas, o subtramitas... entre ellas, los escarceos amorosos de Lundgren. Extrañamente, ninguna llega a resolverse del todo, quedando especialmente coja la de los yuppies. Al pitote añadan un segundo extraterrestre con buenas intenciones, enviado para detener al primero. Este se agencia la heroína de aquellos, le mete un chute a sus víctimas provocando chorros de endorfina que extrae de sus cerebros y con la que traficará allí en su mundo. Sí, bastante delirante y un pelo absurdo, por mucho que intenten apaciguar nuestras incredulidades con los típicos chascarrillos de los personajes secundarios, "¿Un extraterrestre traficante? sí, claro" etc, etc. Extraño pues que, ante lo desmadrado de la propuesta, saliera del cine algo insatisfecho y moderadamente aburrido, con la sensación de haber consumido "más de lo mismo", rutina. Y así es como me sentí ayer noche. La peli está bien facturada en lo técnico, las explosiones abundan, los delirios "cifi" despiertan nuestra simpatía... pero, en general, el regusto residual es de cierta "muermez". Pa verla un domingo mientras revisas tus aplicaciones con el ojo tonto.Del medianamente simpático desaguisado se responsabiliza alguien que ya ha asomado por acá, Craig R. Baxley, especializado en películas de disparos y yoyas hasta que un fracaso taquillero le condenó a la tele. Pero es en el apartado del guion donde damos con los datos realmente llamativos. Tenemos a dos tipos, Jonathan Tydor, quien debutaba en lo suyo y, a partir de ahí, se especializaría en subproductos de acción, y el segundo, Leonard Maas Jr. En realidad un seudónimo destinado a parapetar a David Koepp, de longeva, reputada y más que llamativa trayectoria (también como director). Recibió el encargo de rehacer el curro de Tydor, y a ello se dedicó, sin pretender verse más involucrado de lo necesario.
En cuestión de efectos especiales, localizamos dos nombres con solera, Tony Gardner y Gabriel -Gabe- Bartalos.
Aunque, como siempre, la verdadera diversión consiste en pestañear lo menos posible para no perderse ni uno de los varios rostros medianamente populares y/o entrañables que cruzan por la pantalla. Brian Benben da vida al estirado compañero de Lundgren. En los noventa lograría algo de popularidad extra protagonizando la serie de culto "Sigue Soñando". Matthias Hues, el narcotraficante galáctico, acabó convertido a estrella del subproducto de acción videoclubero. Su comparsa humana, o el yuppie narcotraficante, es un caso muy llamativo, ya que Sherman Howard, actor que le otorga presencia, es especialmente conocido por haber insuflado vida a un fiambre muy querido y popular, el "Bubs" de "El día de los muertos". Entre sus matones de confianza localizamos los ojos azules de Kevin Page, el infeliz acribillado por Ed-209 en "Robocop" (y, también, actor de confianza para Baxley, pues volverían a colaborar en "Frío como el acero"). Completan la galería Michael J. Pollard y, siendo un producto de acción de su momento, el inevitable Al Leong, inevitablemente ejerciendo de villano e, inevitablemente, palmando.
Ahí va la caratula patria completa, con incordiante pegata incluida, que siempre mola. Remarcar el tirón que por entonces todavía tenía Dolph Lundgren, ejerciendo de única imagen-gancho -"el atractivo protagonista de "Red Scorpion" ¡¡juas!!-, raro si consideramos la presencia en el film de algo tan llamativo -y potencialmente comercial- como un camello alienígena.
martes, 29 de abril de 2025
REBELIÓN ADOLESCENTE
Miguel Arteta, uno de los directores latinos más importantes del cine independiente, tiene como puntos álgidos en su carrera el poner a tener sexo en una película a la inmaculada Jennifer Aniston en “The Good Girl” o una descacharrante comedia de alta alcurnia, “Convención en Cedar Rapids”, con la que el espectador de cualquier tipo de cine, por fuerza, tiene que reírse a mandíbula batiente. Sucumbió al mainstream rodando la impersonal y de imposible título “Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso”, nada menos que para Disney. En el transcurso, y basándose en la novela del mismo título de C.D. Payne, Arteta nos ofrece su particular visión del adolescente virgen, "nerd" y buscando continuamente sexo (y amor) en una película de corte indie, con todos los clichés que eso conlleva (contando con habituales del nivel de Steve Buscemi y Michael Cera, casi parece una parodia), sus tempos y formulas, para un argumento muy propio, por otro lado, de las "teen movies" estudiantiles.
Lejos de ofrecernos una cinta mínimamente original, Arteta se agarra a su condición independiente y, en su afán por ser visualmente interesante, prácticamente resulta un calco del Wes Anderson de la etapa intermedia. Y sus personajes, lejos de comportarse como adolescentes medios norteamericanos de clase media/baja, se comportan como esnobs cuyos intereses se centran en la cultura francesa con Jean Paul Belmondo y Serge Gainsbourg como estandartes. Sin embargo (y desconozco la intención), la película comienza con el joven protagonista haciéndose un pajote.
Al contrario que otras propuestas independientes que ahondan en la virginidad de los individuos, como la estupenda “Sex Ed”, “Rebelión adolescente” aboga por el cine de corte artístico para un público más de Sundance —o del Festival Internacional de Cine de Toronto, donde se estrenó— que de multisalas y, como tal, roza el aburrimiento en pro de la estética, convirtiéndose, hablando en plata, en un soberano y pretencioso coñazo. Y aunque le pese al director (si es que le pesa), “Rebelión adolescente” no deja de ser una "sex comedy" con ínfulas.
Durante unas vacaciones en caravana junto a su madre y el vago del novio de esta, Nick, un joven de 16 años con las hormonas a flor de piel, conoce a una chavala de su edad, amante de la cultura francesa, enamorándose perdidamente de ella. La moza comienza un jueguecito erótico con Nick que jamás culmina, dejándole acongojado por ello. Para vencer su timidez, el chaval se inventa un alter ego, Françoise, un individuo francés con bigotillo que le ayudará a ser más decidido a la hora de tomar decisiones. Mientras tiene que lidiar con sus problemas cotidianos y familiares, Françoise ayudará a Nick en su carrera hacia la pérdida de la virginidad.
Michael Cera se convirtió en estrella con “Supersalidos”, pero rápidamente pasó a ser una cara reconocible del cine independiente al ser fichado por Jason Reitman para "Juno", motivo por el cual le vemos en esta “Rebelión adolescente”, en la que, con 21 años, interpreta a un adolescente. Su carrera posterior deambula entre el mainstream y el indie con regularidad.
Junto a él, nombres reconocibles como los de Zach Galifianakis, Ray Liotta, Fred Willard o Justing Long. Que haya salido tan coñazo, desde luego, no es culpa de ninguno de ellos.
Con estrenos reducidos en las salas estadounidenses, a nuestro país llegó directamente en DVD en tiempos en los que es más sencillo que una película como esta pase inadvertida a convertirse en un éxito.
Lejos de ofrecernos una cinta mínimamente original, Arteta se agarra a su condición independiente y, en su afán por ser visualmente interesante, prácticamente resulta un calco del Wes Anderson de la etapa intermedia. Y sus personajes, lejos de comportarse como adolescentes medios norteamericanos de clase media/baja, se comportan como esnobs cuyos intereses se centran en la cultura francesa con Jean Paul Belmondo y Serge Gainsbourg como estandartes. Sin embargo (y desconozco la intención), la película comienza con el joven protagonista haciéndose un pajote.
Al contrario que otras propuestas independientes que ahondan en la virginidad de los individuos, como la estupenda “Sex Ed”, “Rebelión adolescente” aboga por el cine de corte artístico para un público más de Sundance —o del Festival Internacional de Cine de Toronto, donde se estrenó— que de multisalas y, como tal, roza el aburrimiento en pro de la estética, convirtiéndose, hablando en plata, en un soberano y pretencioso coñazo. Y aunque le pese al director (si es que le pesa), “Rebelión adolescente” no deja de ser una "sex comedy" con ínfulas.
Durante unas vacaciones en caravana junto a su madre y el vago del novio de esta, Nick, un joven de 16 años con las hormonas a flor de piel, conoce a una chavala de su edad, amante de la cultura francesa, enamorándose perdidamente de ella. La moza comienza un jueguecito erótico con Nick que jamás culmina, dejándole acongojado por ello. Para vencer su timidez, el chaval se inventa un alter ego, Françoise, un individuo francés con bigotillo que le ayudará a ser más decidido a la hora de tomar decisiones. Mientras tiene que lidiar con sus problemas cotidianos y familiares, Françoise ayudará a Nick en su carrera hacia la pérdida de la virginidad.
Michael Cera se convirtió en estrella con “Supersalidos”, pero rápidamente pasó a ser una cara reconocible del cine independiente al ser fichado por Jason Reitman para "Juno", motivo por el cual le vemos en esta “Rebelión adolescente”, en la que, con 21 años, interpreta a un adolescente. Su carrera posterior deambula entre el mainstream y el indie con regularidad.
Junto a él, nombres reconocibles como los de Zach Galifianakis, Ray Liotta, Fred Willard o Justing Long. Que haya salido tan coñazo, desde luego, no es culpa de ninguno de ellos.
Con estrenos reducidos en las salas estadounidenses, a nuestro país llegó directamente en DVD en tiempos en los que es más sencillo que una película como esta pase inadvertida a convertirse en un éxito.
sábado, 26 de abril de 2025
PUEBLO MALDITO / AULLIDOS 4
Es comprensivo que, tras los desvaríos de Philippe Mora efectuados con la primera y segunda secuelas del clásico de Joe Dante, los desalmados seres humanos obcecados en no poner fin a tan errática franquicia decidieran comenzar de cero. Para ello, ficharon a un director veterano de capa caída pero con experiencia en el género fantástico, John Hough (aviso: después de consumir la reseñada, dolerá recordarle a los mandos de "Drácula y las mellizas", "La leyenda de la mansión del infierno" y "Objetivo: Patton" entre sus films respetados, o "Incubus", "Biggles, el viajero del tiempo" y "Escóndete y tiembla" entre los menos pero, como ven, más acordes a nuesas apetencias), encargando al guionista de turno regresar a la novela original de Gary Brandner y sus propias secuelas formato escrito, que las hubo. ¿¿Y quién fue el valiente que se atrevió a aceptar la tarea?? alguien que, a partir de ahí, plantaría semillas en la saga, Clive Turner. Al muchacho le carcomía la ambición, quería dirigir y producir, lo que le llevó a continuos conflictos con John Hough. Según las malas lenguas (es decir, Imdb), Turner rodó escenas nuevas a espaldas del realizador. Y cuando había quejas respecto al guion, señalaba a un aparentemente inexistente Freddie Rowe como culpable. Esa constante y continua revisión del libreto obligó en muchas ocasiones a tirar adelante la película de forma básicamente improvisada. Irónicamente, y a pesar de los pesares, a nivel adaptativo -en cuanto al material literario- esta cuarta entrega gasta una mayor fidelidad que la película inaugural, de ahí el subtitulo en inglés, "The Original Nightmare" (la pesadilla original, payo). Para su aterrizaje en España, sufrió una de aquellas mutaciones tan propias del video-clubismo de la época, y la saga en particular, "Pueblo Maldito". Actualmente puedes dar con ella en plataformas directamente como "Aullidos 4".
Entre los puntos de conexión narrativos con el "Aullidos" de 1981 tenemos a una mujer mediática (en este caso novelista de éxito), achuchada por el estrés, acudiendo a una casa de campo para hacer reposo, lastimosamente situada a la vera de una comunidad de licántropos. También está la lugareña sexy y misteriosa, que seduce al maromo de aquella. Este resulta ser un guaperas en plan "Geyperman", rollo Lorenzo Lamas (aunque guarde más similitudes con Miles O'Keeffe), genuinamente hilarante. Cada vez que aparece en escena, cuesta no echarse una risotada. Le pone cuadriculado rostro, y tableta, Michael T. Weiss, de discretita trayectoria, tanto como el resto del personal situado frente a la cámara, destacando a la protagonista Romy Walthall, quien retomaría a su personaje en la infame -ver más abajo- "Aullidos 7". Lo de la peña oculta tras la cámara es otro cantar. Hough y Turner aparte, localizamos a Steve Johnson encargándose de los efectos especiales (a pesar del descontento general, repetiría en "Aullidos 6" o, como se la conoció por aquí, "Escalofrío: the freaks") y dos productores de cierto calibre, el hoy poderoso Avi Lerner, fundador de "Nu Image / Millennium Films", y el veterano (y de turbia reputación) Harry Alan Towers, a quien debemos varias entregas del "Fu-Manchu" cinematográfico de los 60, "El millón de ojos de Sumuru" de Lindsay Shonteff, algunas cosas de Jesús Franco y, ya más para acá, "Al borde de la locura", "Emparedada" o "El fantasma de la ópera" y "Alianza Macabra", ambas con Robert Englund. Entre finales de los ochenta y mediados de los noventa, y con el saludable fin de abaratar costes, a Towers le dio por tirar de Sudáfrica como plató. Todas sus películas situadas en ese lapso pasaron por el trance, y "Pueblo Maldito" no es una excepción (salvo algunos exteriores rodados en USA para evitar dar mucho el cante). Encargándose de la segunda unidad, Cedric Sundstrom, posterior director de "actioners" costrosos tipo "Fuego contra fuego" y las tercera más cuarta entregas de "El guerrero americano". Su hermano Neal terminaría a los mandos de, justamente, "Aullidos 5: El regreso" ¿¿nepotismo??.
Aunque no he leído los libros de Gary Brandner, sí me he informado sobre las respectivas tramas y, aparentemente, ninguna incluye la de "Pueblo Maldito" en torno a una monja asesinada cuyo fantasma ronda por el lugar (tampoco la del campanario maldito traído desde Rumanía tocho a tocho). En cualquier caso, una compañera de conventos de aquella, ya retirada, se unirá a la escritora en su investigación. Llegado el momento, y con el fin de demostrar que la monja ectoplasmática y ella eran colegas de "profesión", extrae del bolso una enorme fotaca, tamaño folio y perfectamente alisada, donde ambas posan alegremente ahí en plan "selfie" portando sus hábitos. Otro instante de pura comedia involuntaria. Juntaletras y ex-monja se meterán en mil líos hasta dar con unos hombres / mujeres lobo que se habrán hecho esperar básicamente una hora y pico de película. Cuando aparecen, pues tampoco es que brillen muchísimo, aunque sí merece destacarse la transformación de uno: primero se derrite como un helado expuesto al sol, hasta formar un charco. Y, segundos después, de este emerge en su forma "licántropica". ¿Original? puede. ¿Aparatoso? También.
Lo de invertir en paciencia para ver a los peludos se convertiría en casi un ritual afín al resto de la franquicia. Llegado cierto punto -la séptima dosis-, los productores incluso pensaron en NO incluirlos, lo que habría sido la bomba. "Suerte" que Clive Turner, por entonces ya coronado amo y señor del caos, se opuso. Había extendido sus garras de guionista a las de actor (en la quinta) y, directamente, protagonista y director de la mentada, y terrible, "Aullidos 7". Fue una de sus últimas contribuciones al arte de fabricar películas, y con justicia.
Bien, a estas alturas sobra decir que "Pueblo Maldito / Aullidos 4" es un mojón de cuidado (superado en aciertos y calidad por las dos entregas siguientes, especialmente la sexta). Telefilmesca, sosa, desaboría, aburrida y con un nivel muy bajo de truculencia + tetas... que haberla/s hayla/s (fascinante la incursión descarada y gratuita de una pava desnuda en la caratula), pero no compensa.
Sin embargo, como materia reseñable es oro puro.
Entre los puntos de conexión narrativos con el "Aullidos" de 1981 tenemos a una mujer mediática (en este caso novelista de éxito), achuchada por el estrés, acudiendo a una casa de campo para hacer reposo, lastimosamente situada a la vera de una comunidad de licántropos. También está la lugareña sexy y misteriosa, que seduce al maromo de aquella. Este resulta ser un guaperas en plan "Geyperman", rollo Lorenzo Lamas (aunque guarde más similitudes con Miles O'Keeffe), genuinamente hilarante. Cada vez que aparece en escena, cuesta no echarse una risotada. Le pone cuadriculado rostro, y tableta, Michael T. Weiss, de discretita trayectoria, tanto como el resto del personal situado frente a la cámara, destacando a la protagonista Romy Walthall, quien retomaría a su personaje en la infame -ver más abajo- "Aullidos 7". Lo de la peña oculta tras la cámara es otro cantar. Hough y Turner aparte, localizamos a Steve Johnson encargándose de los efectos especiales (a pesar del descontento general, repetiría en "Aullidos 6" o, como se la conoció por aquí, "Escalofrío: the freaks") y dos productores de cierto calibre, el hoy poderoso Avi Lerner, fundador de "Nu Image / Millennium Films", y el veterano (y de turbia reputación) Harry Alan Towers, a quien debemos varias entregas del "Fu-Manchu" cinematográfico de los 60, "El millón de ojos de Sumuru" de Lindsay Shonteff, algunas cosas de Jesús Franco y, ya más para acá, "Al borde de la locura", "Emparedada" o "El fantasma de la ópera" y "Alianza Macabra", ambas con Robert Englund. Entre finales de los ochenta y mediados de los noventa, y con el saludable fin de abaratar costes, a Towers le dio por tirar de Sudáfrica como plató. Todas sus películas situadas en ese lapso pasaron por el trance, y "Pueblo Maldito" no es una excepción (salvo algunos exteriores rodados en USA para evitar dar mucho el cante). Encargándose de la segunda unidad, Cedric Sundstrom, posterior director de "actioners" costrosos tipo "Fuego contra fuego" y las tercera más cuarta entregas de "El guerrero americano". Su hermano Neal terminaría a los mandos de, justamente, "Aullidos 5: El regreso" ¿¿nepotismo??.
Aunque no he leído los libros de Gary Brandner, sí me he informado sobre las respectivas tramas y, aparentemente, ninguna incluye la de "Pueblo Maldito" en torno a una monja asesinada cuyo fantasma ronda por el lugar (tampoco la del campanario maldito traído desde Rumanía tocho a tocho). En cualquier caso, una compañera de conventos de aquella, ya retirada, se unirá a la escritora en su investigación. Llegado el momento, y con el fin de demostrar que la monja ectoplasmática y ella eran colegas de "profesión", extrae del bolso una enorme fotaca, tamaño folio y perfectamente alisada, donde ambas posan alegremente ahí en plan "selfie" portando sus hábitos. Otro instante de pura comedia involuntaria. Juntaletras y ex-monja se meterán en mil líos hasta dar con unos hombres / mujeres lobo que se habrán hecho esperar básicamente una hora y pico de película. Cuando aparecen, pues tampoco es que brillen muchísimo, aunque sí merece destacarse la transformación de uno: primero se derrite como un helado expuesto al sol, hasta formar un charco. Y, segundos después, de este emerge en su forma "licántropica". ¿Original? puede. ¿Aparatoso? También.
Lo de invertir en paciencia para ver a los peludos se convertiría en casi un ritual afín al resto de la franquicia. Llegado cierto punto -la séptima dosis-, los productores incluso pensaron en NO incluirlos, lo que habría sido la bomba. "Suerte" que Clive Turner, por entonces ya coronado amo y señor del caos, se opuso. Había extendido sus garras de guionista a las de actor (en la quinta) y, directamente, protagonista y director de la mentada, y terrible, "Aullidos 7". Fue una de sus últimas contribuciones al arte de fabricar películas, y con justicia.
Bien, a estas alturas sobra decir que "Pueblo Maldito / Aullidos 4" es un mojón de cuidado (superado en aciertos y calidad por las dos entregas siguientes, especialmente la sexta). Telefilmesca, sosa, desaboría, aburrida y con un nivel muy bajo de truculencia + tetas... que haberla/s hayla/s (fascinante la incursión descarada y gratuita de una pava desnuda en la caratula), pero no compensa.
Sin embargo, como materia reseñable es oro puro.
martes, 22 de abril de 2025
EN LA MILI (AMERICANA)
Pauly Shore es el típico caso de estrella emergente que asciende a lo más alto del estrellato a una velocidad de vértigo para, de la noche al día, quedar relegado al más absoluto ostracismo. Sin descenso, ni caída. De golpe al suelo. Pero no hay que sentir pena de estrellas estrelladas como Pauly Shore, Andrew “Dice” Clay o el rapero Gerardo, porque no es que hayan acabado comiendo de la basura precisamente. Actualmente Shore tiene una carrera como comediante más que digna que le permite ganarse la vida mejor que usted y yo, con fans a lo largo y ancho del globo terráqueo. No da para caviar, pero sí jamón York el resto de su vida. Clay vive un pequeño nuevo resurgir como cómico respetado al que ha rescatado Woody Allen y Gerardo es un importante gerifalte de la industria musical latina, además de pastor de una iglesia católica en Kentucky. Están bien, a pesar de que, a todas luces, el arte que ejecutaban era poco menos que mediocre.
El reinado de Pauly Shore comprende un periodo de tiempo de entre 1992 a 1996. Muy poco, apenas cuatro años en los que quienes vislumbraron un atisbo de talento en este surfero de la era "MTV", lo exprimieron mientras el público tuviera ganas de pagar por verlo, rodando una suerte de películas infames para su lucimiento. Shore era distinguible del resto por dos motivos: emitía desagradables onomatopeyas e imitaba sonidos de animales —lo que le valió el sobrenombre de Da Weasel (la comadreja)— y, además de ser un actor poco menos que espantoso, tenía bastante poca gracia. Sin embargo en aquellos años del grunge, mientras estuvo en televisión, el humor de Pauly Shore funcionó. Continuó rodando películas hasta que su estrella se apagó. Intentar conservar su estatus se convirtió para él en poco más que una odisea.
Su debut en la pantalla se dio con “El hombre de California” protagonizada por Brendan Fraser. En ella Shore era el alivio cómico que, por causas del destino, se come la película —aunque comerse una película de Fraser, se la puede comer cualquiera—, el público empatiza con el personaje, y de ahí a todo lo que vino después, que se tradujo en títulos como “Menudo Yerno”, “Juri Duty: ¿Y dónde está el jurado?” o “Bio-Dome” y la (merecida) muerte artística.
Entre todo ese desaguisado y, a su medida, se concibe el título que nos ocupa, “En la mili (Americana)”.
Era de recibo que Pauly Shore le regalara a todos sus fans una pequeña incursión en el ejército, así que con los ojos bien puestos en un clásico como es "El pelotón chiflado", el humor tan particular de Shore se adapta a una película cuya narración comprende el periodo de instrucción y una posterior misión casi imposible que nuestro hombre, en su torpeza, conseguirá llevar a buen puerto. De entre medias, los chistes picantes y subidos de tono en torno a la sargento que instruye a los soldados, se sucederán con la suficiente pericia como para tener en cuenta esta película en este ciber-antro. No en balde, y con el afán de disponer del mejor material cómico posible, la producción contrata a Jeff Buhai y Steve Zacharias, otrora autores del libreto de “La revancha de los novatos” que redactan una sinopsis directamente robada —o muy parecida— a la del clásico ochentero, para que luego seis escribientes del todo inútiles desarrollen todo el guion.
Con una recaudación de 30 millones de dólares en todo el mundo, “En la mili (Americana)” ya dejó ver que la estrella de este chico se apagaba.
En el film Shore interpreta a un desastroso vendedor de equipos de alta fidelidad al cual despiden por incompetencia máxima. Como no sabe que hacer tras el despido, decide alistarse en el ejército arrastrando consigo a su compañero de trabajo con el que planea, en un futuro, abrir una tienda de aparatos Hi-Fi. Como entrarán directamente en la reserva, el personaje de Shore considera que no tendrá que currar demasiado para el ejército, y de ese modo podrá ahorrar el dinero que se le asigne e invertirlo en su futura tienda. Tras la dura instrucción, todo se irá al traste cuando el ejército tire de la reserva para enviarles en una misión de guerra al desierto africano. Y en todo momento se sucederán los despropósitos.
Con aspiraciones de screwball comedy que transcurre en entorno belicoso, Shore se tomó muy en serio la que pudiera que fuese su película más taquillera, por lo que se sometió a instrucción militar previamente al rodaje, en los lugares donde debería interpretar su papel, para familiarizarse un poco con el asunto. Asimismo, se informó de todo lo relativo al ejército, para no dar palos de ciego con su personaje. Todo esto dio exactamente lo mismo porque la película no fue el éxito que se esperaba. Shore no le dio importancia ya que se trataba de su primer descalabro en taquilla en un negocio que, hasta ahora, había sido rentable, pero, sin embargo, a la película acabó de matarla la crítica, ya que no solo no hubo ni una buena, sino que se acusó a "En la mili (americana)" de ser un mal plagio de "El pelotón chiflado". Los guionistas Buhai y Zacharías nunca se prodigaron al respecto de esas acusaciones, pero no hace falta más que verla para darse cuenta.
La carrera de Shore ya no levantó cabeza.
Con los años, la película no es que goce en absoluto de culto alguno, es más, posiblemente se trate de una de las más vilipendiadas y olvidadas de la historia, pero sí que sirve para que publicaciones como “Task & Porpouse”, revista de corte militarista destinada a soldados y simpatizantes de la armada americana, le dediquen un artículo calificando al film de “clásico noventero”, y afirmando que de todas las películas sobre la armada que se han rodado en los EUA, “En la mili (Americana)” es la más realista, reseñando que las motivaciones y pasos a seguir por un cadete aparecen reflejados punto por punto ¡Y lo dicen completamente en serio!
El director asignado para llevar a cabo la desagradable tarea de dirigir un vehículo de lucimiento para Pauly Shore, fue Daniel Petrie Jr. cuya carrera deambuló entre la producción y la dirección, firmando —y filmando—, además de esta, cintas como “Operación: Soldados de juguete” o “Rosemont”.
En nuestro país el film se estrenó en salas comerciales cuando nadie en absoluto sabía quién era Pauly Shore, a pesar del éxito de “El hombre de California”, por lo que se saldó con unos escuetos 131.000 espectadores.
En cuanto a la peli en sí, a mí me hace cierta gracia… pero no la suficiente como para tenerla en alta estima.
El reinado de Pauly Shore comprende un periodo de tiempo de entre 1992 a 1996. Muy poco, apenas cuatro años en los que quienes vislumbraron un atisbo de talento en este surfero de la era "MTV", lo exprimieron mientras el público tuviera ganas de pagar por verlo, rodando una suerte de películas infames para su lucimiento. Shore era distinguible del resto por dos motivos: emitía desagradables onomatopeyas e imitaba sonidos de animales —lo que le valió el sobrenombre de Da Weasel (la comadreja)— y, además de ser un actor poco menos que espantoso, tenía bastante poca gracia. Sin embargo en aquellos años del grunge, mientras estuvo en televisión, el humor de Pauly Shore funcionó. Continuó rodando películas hasta que su estrella se apagó. Intentar conservar su estatus se convirtió para él en poco más que una odisea.
Su debut en la pantalla se dio con “El hombre de California” protagonizada por Brendan Fraser. En ella Shore era el alivio cómico que, por causas del destino, se come la película —aunque comerse una película de Fraser, se la puede comer cualquiera—, el público empatiza con el personaje, y de ahí a todo lo que vino después, que se tradujo en títulos como “Menudo Yerno”, “Juri Duty: ¿Y dónde está el jurado?” o “Bio-Dome” y la (merecida) muerte artística.
Entre todo ese desaguisado y, a su medida, se concibe el título que nos ocupa, “En la mili (Americana)”.
Era de recibo que Pauly Shore le regalara a todos sus fans una pequeña incursión en el ejército, así que con los ojos bien puestos en un clásico como es "El pelotón chiflado", el humor tan particular de Shore se adapta a una película cuya narración comprende el periodo de instrucción y una posterior misión casi imposible que nuestro hombre, en su torpeza, conseguirá llevar a buen puerto. De entre medias, los chistes picantes y subidos de tono en torno a la sargento que instruye a los soldados, se sucederán con la suficiente pericia como para tener en cuenta esta película en este ciber-antro. No en balde, y con el afán de disponer del mejor material cómico posible, la producción contrata a Jeff Buhai y Steve Zacharias, otrora autores del libreto de “La revancha de los novatos” que redactan una sinopsis directamente robada —o muy parecida— a la del clásico ochentero, para que luego seis escribientes del todo inútiles desarrollen todo el guion.
Con una recaudación de 30 millones de dólares en todo el mundo, “En la mili (Americana)” ya dejó ver que la estrella de este chico se apagaba.
En el film Shore interpreta a un desastroso vendedor de equipos de alta fidelidad al cual despiden por incompetencia máxima. Como no sabe que hacer tras el despido, decide alistarse en el ejército arrastrando consigo a su compañero de trabajo con el que planea, en un futuro, abrir una tienda de aparatos Hi-Fi. Como entrarán directamente en la reserva, el personaje de Shore considera que no tendrá que currar demasiado para el ejército, y de ese modo podrá ahorrar el dinero que se le asigne e invertirlo en su futura tienda. Tras la dura instrucción, todo se irá al traste cuando el ejército tire de la reserva para enviarles en una misión de guerra al desierto africano. Y en todo momento se sucederán los despropósitos.
Con aspiraciones de screwball comedy que transcurre en entorno belicoso, Shore se tomó muy en serio la que pudiera que fuese su película más taquillera, por lo que se sometió a instrucción militar previamente al rodaje, en los lugares donde debería interpretar su papel, para familiarizarse un poco con el asunto. Asimismo, se informó de todo lo relativo al ejército, para no dar palos de ciego con su personaje. Todo esto dio exactamente lo mismo porque la película no fue el éxito que se esperaba. Shore no le dio importancia ya que se trataba de su primer descalabro en taquilla en un negocio que, hasta ahora, había sido rentable, pero, sin embargo, a la película acabó de matarla la crítica, ya que no solo no hubo ni una buena, sino que se acusó a "En la mili (americana)" de ser un mal plagio de "El pelotón chiflado". Los guionistas Buhai y Zacharías nunca se prodigaron al respecto de esas acusaciones, pero no hace falta más que verla para darse cuenta.
La carrera de Shore ya no levantó cabeza.
Con los años, la película no es que goce en absoluto de culto alguno, es más, posiblemente se trate de una de las más vilipendiadas y olvidadas de la historia, pero sí que sirve para que publicaciones como “Task & Porpouse”, revista de corte militarista destinada a soldados y simpatizantes de la armada americana, le dediquen un artículo calificando al film de “clásico noventero”, y afirmando que de todas las películas sobre la armada que se han rodado en los EUA, “En la mili (Americana)” es la más realista, reseñando que las motivaciones y pasos a seguir por un cadete aparecen reflejados punto por punto ¡Y lo dicen completamente en serio!
El director asignado para llevar a cabo la desagradable tarea de dirigir un vehículo de lucimiento para Pauly Shore, fue Daniel Petrie Jr. cuya carrera deambuló entre la producción y la dirección, firmando —y filmando—, además de esta, cintas como “Operación: Soldados de juguete” o “Rosemont”.
En nuestro país el film se estrenó en salas comerciales cuando nadie en absoluto sabía quién era Pauly Shore, a pesar del éxito de “El hombre de California”, por lo que se saldó con unos escuetos 131.000 espectadores.
En cuanto a la peli en sí, a mí me hace cierta gracia… pero no la suficiente como para tenerla en alta estima.
sábado, 19 de abril de 2025
LOCURA SANGRIENTA
Entre los cerebros pensantes tras "Locura Sangrienta" ("Silent Madness" en versión original) localizamos dos relacionados directamente con el porno y un tercero que, años después, terminaría en juicios por estafador. Ante semejante panorama, ya sabemos a qué nos exponemos: producto de naturaleza salvajemente creamtística facturado con escasos reales y una intención clara, sacar suco al "boom" del cine slasher del momento, sin miramientos. Tal es así que un buen título alternativo hubiese sido "Locura Grasienta" (me disculpo por el mal chiste, pero la tentación era insoportable).
El culpable de una masacre estudiantil en una fraternidad sale del loquero a causa de un error burocrático. Los años de reclusión no le han ayudado mucho, desde luego, porque, además de una galopante alopecia, anda más grillado que antes. Así, comienza a matar todo lo que se mueve, mientras dirige sus pasos al lugar del crimen original, por donde continúan pululando hermosas y pizpiretas estudiantes. Hasta aquí, todo puro manual. Pero, por aquello de disimular, la historia incorpora algunos pequeños elementos de más que la salvan de la flagrante rutina. Por un lado está la psiquiatra del centro, quien se aliará con un periodista local para detener el homicida (un "Dr. Loomis" con coño, vamos). Y, por otro, los médicos culpables del error y dos enfermeros la mar de chungos -casi peores que el mismo asesino- enviados a por este y todo aquel que sepa la verdad (lo que incluye pacientes sometidos a experimentos no muy legales).
Sin embargo, paradójicamente, dichas buenas intenciones no logran su cometido. Es decir, "Locura Sangrienta" es tan anodina y aburrida como el slasher más común. Cosa que ya tiene delito. No consigues hacer el tuyo ni un poco más entretenido o interesante a pesar de los añadidos. Tal vez contribuya al "bluff" que, por otro lado, evitan recurrir a los que sí habrían aportado algo de color: sangre y tetas. Hemoglobina, mucha menos de lo que cabría esperar a esas alturas del juego. Los crímenes son todos bastante aparatosos y retorcidos, incluso medianamente originales, pero los resultados quedan lejos de impresionar. Solo uno podría ser tildado de gráfico, o brutal, y lo recibe un personaje negativo, vamos, de los que merecen tal castigo. Una tendencia moralista más habitual hoy día que en aquellos tiempos. Mira, en algo fue pionera "Locura Sangrienta". Y respecto al tema ubres, únicamente hay dos y la actriz se las cubre con sus manos. Al respecto merece la pena rescatar una historia (es decir, robar la información de Imdb) porque tiene guasa. Los productores querían más chicha, pero la actriz protagonista convenció a las jóvenes para que no les complacieran. Obviamente, aquella quedó marcada como persona non grata. Hablamos de Belinda Montgomery, quien venía de la tele y a ella volvió. Paralelamente, los del dinero buscaban a una actriz veterana de cierta solera que aportara más prestancia a su película. Tras varios intentos y sendas negativas por parte de Shelley Winters y Maureen O'Sullivan, terminaron fichando nada menos que a Viveca Lindfords, fresca aún de su paso por "Creepshow". Y, al parecer, la vieja dama de Hollywood actuó de manera radicalmente opuesta a la Montgomery, animando a las chavalas al despelote desprejuiciado asegurándolas que sería su pasaporte a lo más alto. Ello, sobra decirlo, motivó un pique entre ambas señoras. Lástima que ganara la Montgomery. Y lo remarco porque una de las jóvenes en cuestión -que no se despelotan- resulta ser Elizabeth Kaitan, por entonces futura "scream queen" a la que volveríamos a ver -a ella y, esta vez sí, sus preciosos senos- en cosas como "Necromancer, magia negra", "Esclavas del espacio" o el séptimo "Viernes 13", entre muchos otros subproductos de los ochenta y noventa. El último nombre destacable de todo el reparto -este con micropene- sería el barrilete de Sydney Lassick (de "Carrie" y "Alguien voló sobre el nido del cuco") como harapiento sheriff.El culpable de una masacre estudiantil en una fraternidad sale del loquero a causa de un error burocrático. Los años de reclusión no le han ayudado mucho, desde luego, porque, además de una galopante alopecia, anda más grillado que antes. Así, comienza a matar todo lo que se mueve, mientras dirige sus pasos al lugar del crimen original, por donde continúan pululando hermosas y pizpiretas estudiantes. Hasta aquí, todo puro manual. Pero, por aquello de disimular, la historia incorpora algunos pequeños elementos de más que la salvan de la flagrante rutina. Por un lado está la psiquiatra del centro, quien se aliará con un periodista local para detener el homicida (un "Dr. Loomis" con coño, vamos). Y, por otro, los médicos culpables del error y dos enfermeros la mar de chungos -casi peores que el mismo asesino- enviados a por este y todo aquel que sepa la verdad (lo que incluye pacientes sometidos a experimentos no muy legales).
Al haber sido originalmente confeccionada en 3D, "Locura Sangrienta" gasta toda ella un "look" anti-natural debido a la sobre-iluminación (necesaria para que los truquitos en relieve -muy poco llamativos- funcionen), culpable de que casi todo apeste a decorado de "sitcom" setentera. Se podría señalar maliciosamente al responsable de la fotografía -Gerald Feil- pero no, tengamos en cuenta que este señor es, justamente, el que había fotografiado los efectos en relieve del tercer "Viernes 13", y allí las cosas gastaban un aspecto un pelo mejor. Así pues supongo que, al final, la causa es la habitual en estos casos, un montante más bien limitado.
Graciosamente, lo que personalmente salvaría de la quema es la banda sonora, bastante efectiva. En algunos pasajes recuerda a la de Ennio Morricone para "La Cosa". O eso ha creído detectar mi fino oído. Tal vez, Barry Salmon, compositor, tomó nota de aquella. Quien sabe. En tal caso, bienvenida sea la jeta, porque el resultado funciona.
Seguimos hurgando entre los créditos y damos con más peña curiosa. Del personal que se ocupa de los efectos especiales destacaría a Allan Apone, un tipo que no ha parado de currar como un mamón desde su debut en los setenta aplicando maquillajes a las supuestas imágenes reales del primer "Rostros de muerte" (repetiría en las dos consiguientes secuelas). De ahí pasó a cosas como "Gemidos en la oscuridad", "El legado del diablo", el tercer "Viernes 13" otra vez, "El regreso de los muertos vivientes", "Neon Maniacs" y ya... bueno, a medida que nos adentramos en los noventa y demás, la ristra de títulos inevitablemente despiertan muchas menos pasiones en mí.
Por ahí ronda también un viejo conocido de este blog vinculado a slashers de cierto peso, Martin Kitrosser. Dirigió el quinto "Noche de paz, noche de muerte" (titulado "Juegos Diabólicos") y metió mano en varios "Viernes 13", siendo oficialmente el guionista de, sí, la tercera. No obstante, lo llamativo del colega es que, con los años y una caña, logró un estatus más que envidiable como supervisor de guiones ajenos, tarea esta que ha ido desarrollando en películas tochas, incluidas algunas de Quentin Tarantonto.
Afortunadamente, para hablar del resto de peña ligada a "Silent Madness" hacemos como los cangrejos, vamos hacia atrás y regresamos al tugurio del cine más pestilente. Bill Milling, uno de los guionistas, dispone de una larga ristra de productos dedicados al mete-saca. También algunas marcianadas, como el mondo "La locura americana 2" (aquel con presencia de Jello Biafra y canción de "The Dictators") y alguna "sex comedy" tardía. No obstante, lo llamativo es que el tipo ejerció también como director, y su filmografía viene cargadita de esas mismas pelis pajeras de las que hablaba. Llegados los noventa se desvincula del asunto... más o menos, rodando una "wip" con pinta bien sórdida y protagonismo de una estrella X, Kascha, "Furia enjaulada" (el resto del reparto no tiene parangón, puro "sleaze", molaría echarle el guante) y otras pocas cosas más, entre ellas la comedia "Dinero fácil".
Al segundo culpable del libreto, Bob Zimmerman, ya lo conocemos. Su otro -único- crédito es el thriller "Juez, Jurado y Ejecutor".
Terminamos el agotador repaso con el director de "Locura Sangrienta", Simon Nuchtern. Comenzó su carrera a finales de los sesenta como "sexploiter". En la siguiente década tonteó con el porno y la comedia hasta que recibió el encargo de rodar el falso material truculento del legendario falso snuff titulado, oh sorpresa, "Snuff", aquel oficialmente dirigido por Michael Findlay Sin embargo, hay eruditos, mucho más fiables, que responsabilizan de ello al pornógrafo -y director de fotografía- Carter Stevens / Malcom Worob, por lo que podría tratarse de información errónea. La última película de Nuchtern fue una muy recurrente en nuestros añorados vídeo-clubs por ahí 1985, "Amanecer salvaje", epopeya de acción y moteros con llamativo reparto a base de viejos astros y nombres destinados a brillar (más o menos). Justo, entre los especialistas estaba Solly Marx, quien diera vida al asesino psicópata de "Silent Madness". Círculo cerrado.
A la hora de la imagen ilustrativa, pues volvía a encontrarme ante una de mis habituales diatribas morales. Por un lado, el cartel original, con su llamativa ilustración tirando a exagerada. Y, por otro, la que fuese la impactante caratula del VHS patrio (cortesía de "Grupo Águila"), de cuando se destinaban a llamar nuestra atención desacomplejadamente... y de qué manera.
martes, 15 de abril de 2025
TORSO: VIOLENCIA CARNAL (UNA REFLEXIÓN)
Estamos en pleno 2025 y el lenguaje cinematográfico, groso modo, ha cambiado mucho. En ese sentido, y sin ningún ánimo de demostrar que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sí es cierto que soy ya un señor de mediana edad y, por ende, según que maneras de mostrarnos cómo se ha colocado una cámara, o la cantidad de cromas que hay en una película o el exceso de efectos digitales, hacen que —e inmerso en una era digital como también estoy— pierda el hilo viendo películas actuales (máxime si son de género) y pronto mi atención se desvíe en pro de las actualizaciones de instagram y/o los reels e stories que son, hoy por hoy, los reyes del entretenimiento.
Sin embargo, si me pongo a ver una película bien hecha del siglo pasado, esto no sucede. Y más cuando aquella, quizás ya arcaica, tosca y rudimentaria, pone todos los medios a su alcance para captar la atención del espectador. Porque se hacía cine mejor (no que se hiciera mejor cine… que también). Y es que esta reflexión viene después de un visionado -tras muchísimos años sin hacerlo- de la película que nos ocupa: “Torso: Violencia Carnal” o como reza su maravilloso título original en italiano “I corpi presentano tracce di violenza carnale”. En realidad se trata de un clásico del thriller italiano, muy trillado, que, en su momento, y según la pluma que firmara el artículo al respecto, podía resultar para la crítica poco menos que una ofensa al séptimo arte. Pero con el culto que con los años se le profesa al cine de horror en general, y al europeo en particular, la que puede que sea la más popular película de Sergio Martino ha alcanzado cotas de clásico y dudo mucho que ningún crítico ose decir que es mala. Porque, tal y como está el percal, el hacer tal insinuación es una necedad.
Pero, independientemente de lo que considere o no el crítico de turno, el caso es que anoche disfruté como un enano con “Torso”, al margen de mis gustos o las posibles buenas ideas estéticas que pueda incorporar la peli, porque, en esencia, se trata de un producto genuinamente bien hecho, a la antigua, con unos movimientos de cámara a veces acrobáticos y una conciencia cinematográfica que ya la quisiera para sí el cine de horror actual (por poner un ejemplo, “The Monkey” sería una cosa opuesta a “Torso” y, cuando me refiero a “conciencia cinematográfica” quiero decir que “The Monkey” ya tiene muy presente en su concepción los momentos reels y stories de los que antes les he hablado, y su exhibición en salas es un daño colateral anecdótico). Pero, en esencia, me ha parecido cojonuda porque, como antes les he dicho, “Torso” es una película que pone todos los medios a su alcance para captar la atención del espectador. Es todo clímax, ambiente, tensión y engaño, a la italiana, pero con unas maneras de hacer que son, sobre todo y aunque decirlo ya es casi un cliché, artesanales. En definitiva, creo firmemente que es una muestra de que antes se hacia el cine mejor.
Por lo demás ¿qué les voy a decir de “Torso”? básicamente que es un título seminal. Según los estudiosos, precedió al “slasher” americano (esos mismos que la alaban parecen haber olvidado “Frenesí” de Hitchcock) y, probablemente, de trate de la mejor película de su director. Todo en ella mola, desde la estética colorida y su ambiente en parajes eminentemente italianos, hasta ese asesino que lleva guantes de cuero, esconde su rostro bajo un pasamontañas gris y asesina a sus víctimas usando para ello ¡un elegante foulard! Y esa sangre roja como el infierno, igual que si alguien hubiese derramado en el suelo un bote de 25 kilos de Titanlux.
La sinopsis es sencilla; Un grupo de estudiantes de historia se instalan en un caserón en lo alto de la montaña en un pueblo italiano, donde un individuo va dando matarile a todo aquel que se cruza y más en concreto a mujeres guapas. El espectador tendrá que ir sorteando las pistas falsas para averiguar quién se oculta tras el pasamontañas. Una delicia de estupenda banda sonora. Imposible no disfrutar con “Torso” si a uno le gusta el cine.
Por supuesto, Tarantino y Eli Roth hablan maravillas de ella y provocaría que Sergio Martino fuese recordado como un especialista en terror, pero lo cierto es que, al igual que la mayoría de directores de su quinta, si hacemos un balance de todos los géneros que cultivó en su basta filmografía, podemos decir, sin temor a despeinarnos, que “Torso”, o “El asesino del cementerio etrusco” dentro del terror, o “Destroyer” y “2019: Tras las caída de Nueva York” en los parámetros de la ciencia ficción, están muy bien y sirven para que sea recordado como un cineasta de cine fantástico, pero dirigió muchísimas más comedias bufas y/o sexys, como puedan ser “Desnudémonos sin pudor”, o “Acapulco, la primera playa a la izquierda”, o “La mujer de vacaciones, la amante en la ciudad”… Lo cierto es que le dio a tantos géneros como uno pueda imaginar, indiscriminadamente.
Merece la pena volver a ver “Torso: Violencia Carnal”, que le ha pasado como al vino francés.
Sin embargo, si me pongo a ver una película bien hecha del siglo pasado, esto no sucede. Y más cuando aquella, quizás ya arcaica, tosca y rudimentaria, pone todos los medios a su alcance para captar la atención del espectador. Porque se hacía cine mejor (no que se hiciera mejor cine… que también). Y es que esta reflexión viene después de un visionado -tras muchísimos años sin hacerlo- de la película que nos ocupa: “Torso: Violencia Carnal” o como reza su maravilloso título original en italiano “I corpi presentano tracce di violenza carnale”. En realidad se trata de un clásico del thriller italiano, muy trillado, que, en su momento, y según la pluma que firmara el artículo al respecto, podía resultar para la crítica poco menos que una ofensa al séptimo arte. Pero con el culto que con los años se le profesa al cine de horror en general, y al europeo en particular, la que puede que sea la más popular película de Sergio Martino ha alcanzado cotas de clásico y dudo mucho que ningún crítico ose decir que es mala. Porque, tal y como está el percal, el hacer tal insinuación es una necedad.
Pero, independientemente de lo que considere o no el crítico de turno, el caso es que anoche disfruté como un enano con “Torso”, al margen de mis gustos o las posibles buenas ideas estéticas que pueda incorporar la peli, porque, en esencia, se trata de un producto genuinamente bien hecho, a la antigua, con unos movimientos de cámara a veces acrobáticos y una conciencia cinematográfica que ya la quisiera para sí el cine de horror actual (por poner un ejemplo, “The Monkey” sería una cosa opuesta a “Torso” y, cuando me refiero a “conciencia cinematográfica” quiero decir que “The Monkey” ya tiene muy presente en su concepción los momentos reels y stories de los que antes les he hablado, y su exhibición en salas es un daño colateral anecdótico). Pero, en esencia, me ha parecido cojonuda porque, como antes les he dicho, “Torso” es una película que pone todos los medios a su alcance para captar la atención del espectador. Es todo clímax, ambiente, tensión y engaño, a la italiana, pero con unas maneras de hacer que son, sobre todo y aunque decirlo ya es casi un cliché, artesanales. En definitiva, creo firmemente que es una muestra de que antes se hacia el cine mejor.
Por lo demás ¿qué les voy a decir de “Torso”? básicamente que es un título seminal. Según los estudiosos, precedió al “slasher” americano (esos mismos que la alaban parecen haber olvidado “Frenesí” de Hitchcock) y, probablemente, de trate de la mejor película de su director. Todo en ella mola, desde la estética colorida y su ambiente en parajes eminentemente italianos, hasta ese asesino que lleva guantes de cuero, esconde su rostro bajo un pasamontañas gris y asesina a sus víctimas usando para ello ¡un elegante foulard! Y esa sangre roja como el infierno, igual que si alguien hubiese derramado en el suelo un bote de 25 kilos de Titanlux.
La sinopsis es sencilla; Un grupo de estudiantes de historia se instalan en un caserón en lo alto de la montaña en un pueblo italiano, donde un individuo va dando matarile a todo aquel que se cruza y más en concreto a mujeres guapas. El espectador tendrá que ir sorteando las pistas falsas para averiguar quién se oculta tras el pasamontañas. Una delicia de estupenda banda sonora. Imposible no disfrutar con “Torso” si a uno le gusta el cine.
Por supuesto, Tarantino y Eli Roth hablan maravillas de ella y provocaría que Sergio Martino fuese recordado como un especialista en terror, pero lo cierto es que, al igual que la mayoría de directores de su quinta, si hacemos un balance de todos los géneros que cultivó en su basta filmografía, podemos decir, sin temor a despeinarnos, que “Torso”, o “El asesino del cementerio etrusco” dentro del terror, o “Destroyer” y “2019: Tras las caída de Nueva York” en los parámetros de la ciencia ficción, están muy bien y sirven para que sea recordado como un cineasta de cine fantástico, pero dirigió muchísimas más comedias bufas y/o sexys, como puedan ser “Desnudémonos sin pudor”, o “Acapulco, la primera playa a la izquierda”, o “La mujer de vacaciones, la amante en la ciudad”… Lo cierto es que le dio a tantos géneros como uno pueda imaginar, indiscriminadamente.
Merece la pena volver a ver “Torso: Violencia Carnal”, que le ha pasado como al vino francés.
sábado, 12 de abril de 2025
EL SENTIDO DE LA VIDA
A nivel oficial, "Monty Python" cuenta única y exclusivamente con tres largometrajes genuinamente propios. "Los caballeros de la mesa cuadrada", "La vida de Brian" y "El sentido de la vida". Todo lo demás, engañifas aparte, son recolecciones de sketches televisivos o espectáculos en vivo filmados. De las tres mentadas, la del medio está considerada su obra maestra. Aquella con la que lograron un mejor y mayor equilibrio entre narración y comedia. Una historia interesante de principio a fin, perfectamente desarrollada y repleta de acertadísimos momentos de humor. "La vida de Brian" dejó el listón tan arriba que, inevitablemente, "El sentido de la vida", la película que la siguió, resultó menos redonda. Además, en cierto modo era un "paso atrás", porque los "Python" recuperaban la más cómoda -para ellos- estructura televisiva a base de sketches. Con un grado superior de golfería y transgresión que cuando lo petaban en la caja lerda, claro, pero sketches al fin y al cabo.
¿Qué significa ello? pues que a nivel calidad el film varía. Hay momentos correctos, hay momentos flojillos (aunque jamás situándose al nivel del barro) y, por supuesto, también los hay brillantes. Antológicos. Únicos. Eso, y el hecho de que me pillara en plena adolescencia, desplegando mi pasión hacia el sexteto, contribuyen a que "El sentido de la vida" gaste mucho peso para mí. No es mejor que "La vida de Brian", pero podría ser mi favorita. Recuerdo como me fascinaban las imágenes promocionales que corrían en las páginas de la prensa del momento. Y aunque no pasé por taquilla, sí la alquilé en vídeo y aluciné colorinches con su humor picantón, capaz de incomodarme y sonrojarme (el profe dando lecciones de sexo más que gráficas con ayuda de su esposa), los brutales momentos de gore y escatología (mutilaciones, chorros de sangre....) y las canciones. Siempre he sido muy fan de las tonadillas de los "Python", mayormente perpetradas por Eric Idle y John Du Prez, pero es que su labor en "El sentido de la vida" roza la absoluta maestría. El tema que abre el film. La parodia de "Oliver Twist" cantando sobre la sacralidad del esperma. O, muy especialmente, la increíble, preciosa, estremecedora fanfarria dedicada a la inmensidad del universo e insignificancia de uno -la justamente hoy día celebrada "Galaxy Song"- eran ya suficientes méritos como para hacer de la experiencia -de consumir "El sentido de la vida"- algo especial y único.Pero luego tenemos sus gags más inspirados. Que los hay. Probablemente la joya de la corona sea el dedicado a las aventuras gastronómicas del Señor "Creosote". Si han visto el film, ya saben por donde voy. Esos vómitos continuos, ese cuerpo hinchándose hasta estallar.... es tan desagradable, asqueroso y salvaje, que resulta imposible apartar la mirada. Tampoco olvidemos a los recolectores de órganos de donantes ("¿Nos dona su hígado?", "Es que lo estoy usando yo", "No se preocupe, nadie sobrevive a la extracción"). La familia de hojas resecas feneciendo dramáticamente con la llegada del invierno. O el otro momento cumbre, la muerte misma en medio de una siniestra campiña británica dirigiéndose hasta un caserón para anunciar a sus comensales que han palmado envenenados. Y, por supuesto, su llegada al cielo, donde siempre es Navidad. Evento coronado nuevamente por una canción maravillosa.
Mención aparte merece un sketch que era pura premonición. Un actor ha sido condenado a muerte por hacer chistes sexistas en la tele. Elige el modo de estirar la pata dejándose perseguir hasta el borde de un acantilado por un grupo de immmmmmmpresionantes jovencitas en top-less, recreándonos con sus danzarines senos votantes a cámara lenta. Tal materia confirma un secreto a voces, lo agradecidamente machistas que eran "Monty Python". Rara vez escribían papeles femeninos con enjundia. Los pocos que había se los guardaban para ellos, ejecutándolos tras los respectivos disfraces y dejando las migajas a su habitual, infrautilizada y sacrificada actriz, Carol Cleveland. ¿Lo mento como algo recriminable? ¡para nada! en todo caso resulta gracioso / curioso. Incluso refrescante, considerando como anda hoy día el patio.
Probablemente el tercer acto de "El sentido de la vida" sea lo mejor de la misma. Es altamente significativo que concluya con una televisión alejándose hacia la inmensidad del espacio mientras en su pantalla vemos la inconfundible intro del programa de televisión que, a finales de los sesenta, convirtió a los "Python" en los "monstros" del humor que fueron, han sido, son y serán. ¿Sabrían ellos que aquella iba a ser su última película oficial? Desde luego no podemos hablar de broche de oro... pero sí de plata, y eso ya es más que mucho.
Completistas, aquí tienen sus fotocromos.
martes, 8 de abril de 2025
LA VENGANZA DEL SEXO
Un científico “fanático” (como dicen en la película) anda pensando en cómo perfeccionar la raza humana. Y para sus investigaciones tiene una serie de autómatas deformes a los que enviará a secuestrar personas a las que, en su laboratorio, drogará y pondrá a tener relaciones sexuales, extrayéndoles no sé que líquido corpóreo que él mismo beberá. Su idea es controlar el sexo, porque el sexo domina el mundo… y él ¡dominará el sexo!
Durante las escabechinas un investigador intentará descubrir qué está sucediendo e inmiscuirá hasta límites insospechados.
“La venganza del sexo” es un clásico argentino del "sexploitation" que, con los años, se ha ganado un merecido culto internacional. Se trata del film más conocido de su director, Emilio Vieyra, un auténtico apestado de la cinematografía argentina al que, en su país de origen, ni si quiera se le tuvo en cuenta por el tipo de películas que hacía: pequeñas plastas de "serie B" barata financiadas por productores norteamericanos y su explotación para el extranjero. Los historiadores y eruditos pomposos y estirados de La Pampa ni siquiera reparan en él cuando escriben la historia de su cine. Como hacía subproductos con look americano, en ni tan siquiera se estrenaban en su tierra, aunque “La venganza del sexo” sí que lo hizo, aunque dos años después del rodaje: las críticas fueron feroces. Y no es para menos porque, al margen del marciano argumento, sencillo como los contenidos de una cartilla Rubio, a “La venganza del sexo” no hay por donde cogerla. Sobre todo por la presencia de lo que en la película llaman “autómatas” de rostro impertérrito, evidenciando así que son tíos con caretas horrorosas de papel maché —sobre todo la del esbirro principal, quien se hizo extremadamente popular entre ciertos sectores del fandom por su aspecto extremadamente ridículo—, que andan de un lugar para otro llevando individuos y señoritas de buen ver al científico. Por supuesto, y en consecuencia, la comedia involuntaria es una de las bazas fuertes de la película.
Por lo demás, esta muestra desnudos, secuencias sensuales y una suerte de parafernalias que, de no ser porque apuntaba a otros mercados, hubiesen sido inviables en Argentina.
No obstante, la versión que se hizo popular fue la montada en Estados Unidos bajo el título de “The curious Dr. Humpp” que resulta notablemente inferior a la argentina, ya que lo que tenemos en realidad es una alteración del material rodado por Vieyra al que le han añadido ingentes cantidades de "porno soft", sobre todo numeritos lésbicos (con demasiado pelo asomándole por debajo de las bragas a las tipas) con personajes que aparecen en el material rodado originalmente sin orden ni concierto y que, tras la escena de folleteo (y/o masturbación) son asesinados por el esbirro principal del Dr. Humpp. Dicha versión, cuyos insertos están dirigidos y no acreditados por otro experto del "sexploit" sesentero, Jerald Intrator, es la que prevalece y la que, al final, se ha ganado el culto de los fans. Y esa es la razón por la que los señores de "AGFA" y "Something Weird Video" hicieron la pertinente restauración con el fin de lanzarla en un Blu Ray con todos los honores y ambas versiones.
Por supuesto, “La venganza del sexo” es sustancialmente mejor que “The curious Dr. Humpp” y su folleteo semiduro, pero, en cualquier caso, y quitando los momentos de risas y el evidente encanto kitch, es bastante rollete, y por momentos el visionado se hace pesado. Eso sí, cuanto beneficia el blanco y negro a las películas de estas características.
Emilio Vieyra cuenta en su haber con otros clásicos argentinos del despiporre horrorífico como puedan ser “Sangre de vírgenes” o “Placer sangriento”.
Durante las escabechinas un investigador intentará descubrir qué está sucediendo e inmiscuirá hasta límites insospechados.
“La venganza del sexo” es un clásico argentino del "sexploitation" que, con los años, se ha ganado un merecido culto internacional. Se trata del film más conocido de su director, Emilio Vieyra, un auténtico apestado de la cinematografía argentina al que, en su país de origen, ni si quiera se le tuvo en cuenta por el tipo de películas que hacía: pequeñas plastas de "serie B" barata financiadas por productores norteamericanos y su explotación para el extranjero. Los historiadores y eruditos pomposos y estirados de La Pampa ni siquiera reparan en él cuando escriben la historia de su cine. Como hacía subproductos con look americano, en ni tan siquiera se estrenaban en su tierra, aunque “La venganza del sexo” sí que lo hizo, aunque dos años después del rodaje: las críticas fueron feroces. Y no es para menos porque, al margen del marciano argumento, sencillo como los contenidos de una cartilla Rubio, a “La venganza del sexo” no hay por donde cogerla. Sobre todo por la presencia de lo que en la película llaman “autómatas” de rostro impertérrito, evidenciando así que son tíos con caretas horrorosas de papel maché —sobre todo la del esbirro principal, quien se hizo extremadamente popular entre ciertos sectores del fandom por su aspecto extremadamente ridículo—, que andan de un lugar para otro llevando individuos y señoritas de buen ver al científico. Por supuesto, y en consecuencia, la comedia involuntaria es una de las bazas fuertes de la película.
Por lo demás, esta muestra desnudos, secuencias sensuales y una suerte de parafernalias que, de no ser porque apuntaba a otros mercados, hubiesen sido inviables en Argentina.
No obstante, la versión que se hizo popular fue la montada en Estados Unidos bajo el título de “The curious Dr. Humpp” que resulta notablemente inferior a la argentina, ya que lo que tenemos en realidad es una alteración del material rodado por Vieyra al que le han añadido ingentes cantidades de "porno soft", sobre todo numeritos lésbicos (con demasiado pelo asomándole por debajo de las bragas a las tipas) con personajes que aparecen en el material rodado originalmente sin orden ni concierto y que, tras la escena de folleteo (y/o masturbación) son asesinados por el esbirro principal del Dr. Humpp. Dicha versión, cuyos insertos están dirigidos y no acreditados por otro experto del "sexploit" sesentero, Jerald Intrator, es la que prevalece y la que, al final, se ha ganado el culto de los fans. Y esa es la razón por la que los señores de "AGFA" y "Something Weird Video" hicieron la pertinente restauración con el fin de lanzarla en un Blu Ray con todos los honores y ambas versiones.
Por supuesto, “La venganza del sexo” es sustancialmente mejor que “The curious Dr. Humpp” y su folleteo semiduro, pero, en cualquier caso, y quitando los momentos de risas y el evidente encanto kitch, es bastante rollete, y por momentos el visionado se hace pesado. Eso sí, cuanto beneficia el blanco y negro a las películas de estas características.
Emilio Vieyra cuenta en su haber con otros clásicos argentinos del despiporre horrorífico como puedan ser “Sangre de vírgenes” o “Placer sangriento”.
sábado, 5 de abril de 2025
TRAXX
Ya que últimamente he largado tanto sobre mi juvenil obsesión justiciera, ha llegado el momento de echar mano de una película que me llevaba loco, aunque no entiendo el motivo. Anduvo reseñada por acá en los albores de este blog y terminó reciclada / estampada -no muy certeramente- en las páginas de "Malas pero divertidas". Les estoy hablando de "Traxx", producción del año 1988 cuya finalidad consistía en, por un lado, convertir en estrella cinematográfica a una personalidad mediática en los USA, aquí cero conocida, de nombre Shadoe Stevens y, por otro, parodiar alegremente el género que nos interesa, con continuas alusiones a "Harry Callahan", "Rambo" y demás.
Contado así, por encima, el argumento no dista nada de cualquier producto serio sobre vengadores urbanos: Traxx es expulsado de la policía por sus violentas maneras. Ello le obliga a convertirse en mercenario, participando en cualquier guerra disponible. No obstante, un día, cansado, decide abandonar y regresar al hogar. Allí descubrirá que el crimen se ha apoderado de todo, por lo que desempolva las armas y toma medidas. El capo de la mafia local contratará a unos asesinos implacables para ponérselo difícil.
Bien, ahora añadan detalles como que, en su retiro, Traxx decide dedicarse a cocinar galletas (cosa que se le da fatal). O que nunca sale herido de ninguna refriega, aniquilando a sus enemigos con mortal precisión sin perder esa blanca sonrisa suya, una a juego con unos brillantes ojos azules y sendas chollas rubias dolorosamente ochenteras (como toda la película en sí, incluidas las canciones seudo-funky). Deduzco que mi mediana obsesión tendría algo que ver con la exagerada condición semi-superhumana del personaje, pues hasta cierto punto le emparentaba con otra fijación recurrente, "Charles Bind". Todo ello remojado a base de un humor muy muy tonto, algo políticamente incorrecto (con gags en los que fenecen impedidos u otros de orden semi-homofóbico sin desperdicio. "Mata a esta maricona", ordena el capo a uno de sus esbirros cuando ve las amaneradas maneras de su estilista) y ciertas similitudes con el universo Troma que en la época me pasaron totalmente desapercibidas. No hacía tanto que "El Vengador Tóxico" lo había petado y, oiga, ¿¿por qué no??. Traxx es también un justiciero dedicado en cuerpo y alma a limpiar de escoria una ciudad sumida en el caos, con gente cayendo por las ventanas, grotescas bandas criminales en cada esquina y villanos de pura caricatura. El pueblo llano le adora y compra camisetas con su imagen. Incluso hay ciertas transiciones a base de canción horterilla en las que le vemos triunfar en su gesta, igual que ocurría con las desventuras del deforme "Melvin". Incrementado todo ello por el tufo a desmadre y unos actores exagerando sus interpretaciones a base de mueca y exceso (atención al "hijo punki" del capo y su estrafalario aspecto). La escabechina es menos licuosa que en un film de la (ex)factoría de New Jersey, pero está presente. Los muertos se suman por decenas. También asoman algunas breves ubres. Y hay buenos gags. Me encanta el principio, con unos tipos tomando por rehenes a los animales de una tienda. Llega Traxx, se carga a los criminales y cuando su superior le recrimina, él exclama "Dígale eso a la madre del perrito muerto". Igualmente funciona muy bien la inesperada y estupidísima defunción del capo mafioso. Aunque, en general, y a pesar de los esfuerzos, lo más que consiguen sacarte es una sonrisilla afectuosa. La salva de ser un desastre total el que, con tanta locura, no resulte demasiado previsible. Tiene cierta capacidad de sorprender, aunque sea a base de sacrificar una historia genuinamente interesante. Defecto que conocían muy bien los reyes del "spoof", los ZAZ (en paz descanse la A) y, por ello, siempre procuraban dejar una buena base bien escrita antes de comenzar a trufarla de ocurrencias absurdas (por cierto, Shadoe Stevens llegó a colaborar con ellos, prestando su radiofónica voz para "Made in USA", nada menos). Decía que el film no es un desastre completo.... creativamente hablando, pero sí financieramente. De ahí que Stevens nunca despegara como comediante cinematográfico. El mismo año que hizo "Traxx" participó en "El superdetective de la costa oeste" (producto televisivo distribuido en España como si fuesen dos películas) y regresó a la gran pantalla durante los 90 junto a Billy Cristal en "El showman de los sábados" (eso sí, mediante rol diminuto), pero sería la última vez. A partir de ahí mutó en carne de caja tonta, desarrollando paralelamente otras actividades como radio -su especialidad- o escribir libros para críos. Entre la roña previa hay una joyita que merece ser destacada, "Shadoevision" de 1986, telefilm ultra-barato hoy casi inencontrable a mayor gloria del individuo. Una comedia de ciencia ficción dirigida nada menos que por ¡Chuck Cirino! (y con cameo coleguero de Jon Lovitz).
El resto del reparto de "Traxx" no tiene desperdicio. La chica guapa es Priscilla Barnes, actriz que a lo largo de su carrera ha alternado mucho telefilm, alguna película de cierta solera ("Mallrats", "Mumford, algo va a cambiar tu vida", "Los renegados del diablo") y una variada gama de subproductos según las artes de Roger Corman, Fred Olen Ray, Jeff Leroy o la productora "TomCat Films". Entre los títulos destacados de su currículum localizamos "Licencia para matar", el fracasado intento de modernizar a "James Bond". Allí coincidió por segunda vez con uno de los rostros más reconocibles de "Traxx", Robert Davi. También te sonarán los de Willard E. Pugh -el alcalde de "Robocop 2"-, John Hancock, Hugh Gillin, la mirada de loco de Raymond O'Connor y Wally Amos.
Como director Jerome Gary nunca hizo, ni ha hecho, gran cosa (incluida la reseñada). Por contra, en tareas de productor su nombre va asociado a "Pumping Iron", el documental a mayor gloria de un jovenzuelo Arnold Schwarzenegger. Y, justo, este es el protagonista de uno de los guiones previos de Gary DeVore, responsable del libreto de "Traxx", "Ejecutor". Debía de ser colega de su director, John Irvin, porque para él también escribió "Los perros de la guerra". Otra de sus amistades recurrentes era Peter Hyams, a quien le tecleó "Apunta, dispara... y corre" y supervisó "Timecop", "Muerte Súbita" y "The Relic". El último libreto original de DeVore fue "Pentathlon", tardío vehículo de lucimiento para Dolph Lundgren dirigido por Bruce Malmuth.
Lo crean o no, "Traxx" lleva el sello "De Laurentiis Entertainment Group".
Contado así, por encima, el argumento no dista nada de cualquier producto serio sobre vengadores urbanos: Traxx es expulsado de la policía por sus violentas maneras. Ello le obliga a convertirse en mercenario, participando en cualquier guerra disponible. No obstante, un día, cansado, decide abandonar y regresar al hogar. Allí descubrirá que el crimen se ha apoderado de todo, por lo que desempolva las armas y toma medidas. El capo de la mafia local contratará a unos asesinos implacables para ponérselo difícil.
Bien, ahora añadan detalles como que, en su retiro, Traxx decide dedicarse a cocinar galletas (cosa que se le da fatal). O que nunca sale herido de ninguna refriega, aniquilando a sus enemigos con mortal precisión sin perder esa blanca sonrisa suya, una a juego con unos brillantes ojos azules y sendas chollas rubias dolorosamente ochenteras (como toda la película en sí, incluidas las canciones seudo-funky). Deduzco que mi mediana obsesión tendría algo que ver con la exagerada condición semi-superhumana del personaje, pues hasta cierto punto le emparentaba con otra fijación recurrente, "Charles Bind". Todo ello remojado a base de un humor muy muy tonto, algo políticamente incorrecto (con gags en los que fenecen impedidos u otros de orden semi-homofóbico sin desperdicio. "Mata a esta maricona", ordena el capo a uno de sus esbirros cuando ve las amaneradas maneras de su estilista) y ciertas similitudes con el universo Troma que en la época me pasaron totalmente desapercibidas. No hacía tanto que "El Vengador Tóxico" lo había petado y, oiga, ¿¿por qué no??. Traxx es también un justiciero dedicado en cuerpo y alma a limpiar de escoria una ciudad sumida en el caos, con gente cayendo por las ventanas, grotescas bandas criminales en cada esquina y villanos de pura caricatura. El pueblo llano le adora y compra camisetas con su imagen. Incluso hay ciertas transiciones a base de canción horterilla en las que le vemos triunfar en su gesta, igual que ocurría con las desventuras del deforme "Melvin". Incrementado todo ello por el tufo a desmadre y unos actores exagerando sus interpretaciones a base de mueca y exceso (atención al "hijo punki" del capo y su estrafalario aspecto). La escabechina es menos licuosa que en un film de la (ex)factoría de New Jersey, pero está presente. Los muertos se suman por decenas. También asoman algunas breves ubres. Y hay buenos gags. Me encanta el principio, con unos tipos tomando por rehenes a los animales de una tienda. Llega Traxx, se carga a los criminales y cuando su superior le recrimina, él exclama "Dígale eso a la madre del perrito muerto". Igualmente funciona muy bien la inesperada y estupidísima defunción del capo mafioso. Aunque, en general, y a pesar de los esfuerzos, lo más que consiguen sacarte es una sonrisilla afectuosa. La salva de ser un desastre total el que, con tanta locura, no resulte demasiado previsible. Tiene cierta capacidad de sorprender, aunque sea a base de sacrificar una historia genuinamente interesante. Defecto que conocían muy bien los reyes del "spoof", los ZAZ (en paz descanse la A) y, por ello, siempre procuraban dejar una buena base bien escrita antes de comenzar a trufarla de ocurrencias absurdas (por cierto, Shadoe Stevens llegó a colaborar con ellos, prestando su radiofónica voz para "Made in USA", nada menos). Decía que el film no es un desastre completo.... creativamente hablando, pero sí financieramente. De ahí que Stevens nunca despegara como comediante cinematográfico. El mismo año que hizo "Traxx" participó en "El superdetective de la costa oeste" (producto televisivo distribuido en España como si fuesen dos películas) y regresó a la gran pantalla durante los 90 junto a Billy Cristal en "El showman de los sábados" (eso sí, mediante rol diminuto), pero sería la última vez. A partir de ahí mutó en carne de caja tonta, desarrollando paralelamente otras actividades como radio -su especialidad- o escribir libros para críos. Entre la roña previa hay una joyita que merece ser destacada, "Shadoevision" de 1986, telefilm ultra-barato hoy casi inencontrable a mayor gloria del individuo. Una comedia de ciencia ficción dirigida nada menos que por ¡Chuck Cirino! (y con cameo coleguero de Jon Lovitz).
El resto del reparto de "Traxx" no tiene desperdicio. La chica guapa es Priscilla Barnes, actriz que a lo largo de su carrera ha alternado mucho telefilm, alguna película de cierta solera ("Mallrats", "Mumford, algo va a cambiar tu vida", "Los renegados del diablo") y una variada gama de subproductos según las artes de Roger Corman, Fred Olen Ray, Jeff Leroy o la productora "TomCat Films". Entre los títulos destacados de su currículum localizamos "Licencia para matar", el fracasado intento de modernizar a "James Bond". Allí coincidió por segunda vez con uno de los rostros más reconocibles de "Traxx", Robert Davi. También te sonarán los de Willard E. Pugh -el alcalde de "Robocop 2"-, John Hancock, Hugh Gillin, la mirada de loco de Raymond O'Connor y Wally Amos.
Como director Jerome Gary nunca hizo, ni ha hecho, gran cosa (incluida la reseñada). Por contra, en tareas de productor su nombre va asociado a "Pumping Iron", el documental a mayor gloria de un jovenzuelo Arnold Schwarzenegger. Y, justo, este es el protagonista de uno de los guiones previos de Gary DeVore, responsable del libreto de "Traxx", "Ejecutor". Debía de ser colega de su director, John Irvin, porque para él también escribió "Los perros de la guerra". Otra de sus amistades recurrentes era Peter Hyams, a quien le tecleó "Apunta, dispara... y corre" y supervisó "Timecop", "Muerte Súbita" y "The Relic". El último libreto original de DeVore fue "Pentathlon", tardío vehículo de lucimiento para Dolph Lundgren dirigido por Bruce Malmuth.
Lo crean o no, "Traxx" lleva el sello "De Laurentiis Entertainment Group".
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